Venezuela 2018

Ya quedan muy pocos espacios para producir ese pensamiento libre que molesta e incómoda a un poder que se resiste a la vigilancia democrática. Por consiguiente, el futuro de la democracia depende del pueblo

Los historiadores no somos políticos y tampoco estamos dedicados a una historia militante, por lo menos en mi caso. Tampoco estoy interesado en una historia como burbuja que me hace indiferente a los problemas que me afectan en el presente como ciudadano, padre de familia, universitario, intelectual, venezolano y ciudadano del mundo. Mi compromiso en todo caso es como dice el Dr. Jordi Canal, con una historia comprensiva bien hecha, que procure ser competente profesionalmente, honesta y bien escrita. No hay más.

En el caso venezolano, el de una sociedad cada vez más cerrada, cuyo Gobierno hostiliza a sus dirigidos sin reparar en las formas institucionales mínimas de un Estado de derecho moderno y en funciones, ya quedan muy pocos espacios para producir ese pensamiento libre que molesta e incómoda a un poder que se resiste a la vigilancia democrática. Por consiguiente, el futuro de la democracia depende del pueblo, y de su conciencia creciente acerca de cuál es la manera más decente de relacionarse con los seres humanos de todo el mundo”. (Howard Zinn, La otra historia de los EEUU, 1980)

Uno de esos pocos bastiones son las universidades públicas autónomas que el Estado/Gobierno financia y que a la vez le ha decretado su muerte física y espiritual. Un profesor Titular en una Universidad venezolana, pública o privada con más de 25 años de servicio, con maestría y doctorado, estudios en el extranjero, publicaciones y trayectoria, en fin un catedrático, sólo recibe 10 euros al mes, esa es toda su remuneración. Peor se encuentran los maestros y las maestras que ganan mucho menos y trabajan por hobby subsidiando la inversión que le corresponde hacer al Estado venezolano en el área de la educación no universitaria. 

El desprecio a los profesionales es, aboliendo todo resquicio de la meritocracia. Esto explica, junto al colapso de la economía petrolera, el éxodo de más de tres millones de venezolanos hacia el exterior. El pueblo es un rehén sin voz y adolorido desde una cotidianidad social adversa, en donde el empobrecimiento acelerado junto al miedo, representa la anestesia ante cualquier brote de rebeldía. 

La actual Constitución republicana del año 1999, “la mejor del mundo”, es una ficción. Un enjambre metafísico que sirve para aplastar a los enemigos de la revolución, mientras justifica todos los abusos que el poder comete. “Para mis amigos todo, para mis enemigos la Ley”. Así estamos hoy en Venezuela. 

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