12 de octubre en Alitasia: la raíz viva de la resistencia

En Alitasia, tierra del antropólogo y maestro wayuu Nemesio Montiel, el 12 de octubre se vive como un día de presencia y conciencia, no de conquista

Foto: Cortesía

Hoy, 12 de octubre, el viento sopla distinto en Alitasia. No es solo un día de memoria: es un día de presencia. Aquí, donde el Waleker guarda los pasos de los antepasados y el cielo parece no tener frontera, la palabra resistencia no significa enfrentamiento, sino permanencia.

Para el pueblo wayuu, resistir es seguir siendo. Es hablar la lengua de los abuelos, tejer el chinchorro con los mismos hilos del Waleker, cuidar los nombres de los linajes y honrar la tierra como si fuese familia. En esa dimensión, la resistencia indígena no es un acto del pasado: es una forma de vida que se renueva cada día.

El antropólogo y profesor Nemesio Montiel, hijo de esta tierra, lo comprendió mejor que nadie. Desde Alitasia enseñó que el 12 de octubre debía dejar de ser una fecha de dolor y convertirse en un día de conciencia: la conciencia de que la verdadera independencia comienza cuando un pueblo conserva su alma.

Su obra más entrañable, E’irrukuirra (Linajes), publicada en 2001, no fue solo un libro: fue un manifiesto de identidad. En sus páginas explicó que el linaje —el e’irüku— no es un simple árbol familiar, sino la estructura moral que sostiene la existencia wayuu. Allí plasmó que cada linaje posee un color, una historia, una palabra que lo define, y que esa herencia es el verdadero territorio espiritual del pueblo.

En Linajes reunió lo que había aprendido de la vida: que la justicia nace del consenso, que la educación surge del ejemplo, y que la cultura sobrevive cuando el conocimiento se convierte en memoria colectiva.

Su legado intelectual y humano fue inmenso. Además de Linajes, dejó obras fundamentales como La Guajira: perspectivas antropológicas según un guajiro, Los guajiros: rasgos históricos y resistencia étnica y Los A’laülaa y compadres wayuu. En todas ellas se entrelazan la ciencia y la sabiduría ancestral.
Para él, el palabrero (pütchipü) era juez y poeta, la manta era símbolo de dignidad, y el Waleker, un aula abierta donde se aprendía que toda cultura guarda en sí misma un principio de justicia.

El 12 de octubre, en este lugar donde nació y enseñó, no se recuerda una conquista ni se repite una herida: se celebra la victoria de la palabra sobre el olvido. Alitasia se convierte cada año en escuela viva, donde los mayores narran el origen, los niños aprenden las palabras antiguas y el viento repite los nombres que no deben borrarse.

Hoy, cuando el mundo busca reconciliarse con la naturaleza y con la diversidad, la cosmovisión wayuu ofrece una lección universal: que no hay justicia sin equilibrio, ni futuro sin raíz. La resistencia es, ante todo, una forma de permanecer fiel a la memoria.

Mi tío Nemesio Montiel hizo de esa fidelidad su destino. Maestro, pensador y defensor de la identidad wayuu, convirtió la antropología en un puente entre la ciencia y la comunidad, y la docencia en un acto de restitución moral. Por eso su voz no pertenece solo al pasado: vive en los médanos de Alitasia y de la Guajira, donde el viento aún pronuncia su nombre.

Cada 12 de octubre, Alitasia no recuerda una derrota, sino una continuidad. Porque resistir —como él decía— no es oponerse al mundo, sino enseñarle otra manera de verlo.

Por Dr. Juan Pablo Montiel.
Wayuu Jayaliyuu.

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