Venezuela pasó 136 días sumida en protestas antigubernamentales que clamaban por el regreso del orden constitucional. La cifra de muertos en las manifestaciones opositores es de 127, en su mayoría jóvenes estudiantes
Entre marchas, plantones, pancartazos y trancones los venezolanos se adueñaron de las calles este 2017 para exigir el regreso del orden constitucional dejando un saldo de 127 fallecidos en los 136 días que duraron las manifestaciones contra el Gobierno nacional.
Dos sentencias emitidas el 29 de marzo por el Tribunal Supremo de Justicia, dieron pie para que un grupo de venezolanos se atrevieran a tomar las calles, uniéndosele más tarde los dirigentes de la Mesa de la Unidad Democrática en protestas que denunciaban la ruptura del hilo constitucional.
Bombas lacrimógenas, perdigones, chorros de agua y balas obligaban a huir de la represión de la Guardia Nacional, cualquier ruta de escape era viable, incluso atravesando el contaminado río Guaire. Las muertes y las detenciones eran el pan de cada día en las manifestaciones, al igual que las agresiones de los cuerpos de seguridad que se recrudecían con el pasar de los días.
Al temor de la represión, jóvenes de diferentes estados se unieron para crear un grupo de resistencia. Se organizaron a través de las redes sociales para recibir donativos e improvisar escudos para resguardarse de la arremetida uniformada.
Este grupo que tomó el rol protagónico al frente a las manifestaciones fue bautizado como los “escuderos de la resistencia”, comparados con la película 300. El pelotón de muchachos emulaba la hazaña del rey espartano Leonidas y sus guerreros conteniendo el embate de las fuerzas policiales y militares.
Un total de 127 venezolanos perdieron la vida en esos meses de manifestaciones, el 52 por ciento de las víctimas fueron jóvenes de entre 15 y 24 años. Todos luchaban por un mismo anhelo, tener un mejor país.
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Gran parte eran estudiantes universitarios, algunos estaban por ingresar y otros recién graduados. Según el conteo de La Verdad, aproximadamente 64 de las muertes fueron por armas de fuego, algunas atribuidas a supuestos funcionarios de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB), la Policía Nacional Bolivariana (PNB) y policías regionales de Carabobo, Táchira, Anzoátegui y Bolívar o a grupos colectivos. Otros fallecieron arrollados por conductores que no midieron su cólera ante las barricadas; y unos pocos por impactos de metra o esferas metálicas, o golpeado por una bomba lacrimógena.
Con 21 casos, Caracas fue la zona con más muertes. Le siguen Barinas, Miranda y Lara. De las tres víctimas de Zulia, dos fueron por arrollamiento y uno por impacto de metra como fue el caso de Adrián Duque “El Capitán América” de las Torres del Saladillo.
En los últimos hechos destacan casos de disparos a quemarropa por parte de militares. Videos constatan con lo ocurrido a David Vallenilla (22), el estudiante de enfermería que cayó el pasado 22 de junio por un escopetazo a quemarropa en la cerca perimetral de la base aérea La Carlota.
Rocío San Miguel, presidenta de la ONG Control Ciudadano para la Seguridad, la Defensa y la Fuerza Armada Nacional, subrayó que el uso de la fuerza por parte de los funcionarios debió ser proporcional a la amenaza, lo cual no predomino en la mayoría de los casos.
El olor a lacrimógenas impregno cada día las calles de nuestro país, convirtiéndose en el plato fuerte de los venezolanos; sin embargo la creatividad criolla tampoco daba tregua, desde un hombre desnudo frente a una tanqueta, una monja dirigiéndose a un funcionario para exigir el cese de la represión, mujeres que convirtieron sus pechos desnudos en símbolos de rebelión y protesta, hasta tocar música con un violín sirvió en el improvisado arsenal que intentó doblegar a los agentes del estado.
Esas escenas se veían a diario y eran registradas en los videos y fotografías bajo el titánico trabajo de los reporteros gráficos que en muchas ocasiones arriesgaban su integridad física, con un solo propósito de transmitirle al mundo lo que estaba pasando en el país, gracias a esas imágenes se logró documentar y dejar evidencia de la violación de los derechos humanos de manifestantes que salían a marchar pacíficamente.