Como no todos podemos irnos, y hay otros tantos que no queremos irnos y que aún creemos en el dinamismo de los procesos históricos; lo que nos toca es enfrentar la incertidumbre más grande alrededor de vidas, cuya existencia están hoy al límite
“Para el nauta el mar oscuro es la ruta clara. Tú, en la confusa soledad de la vida, a ti mismo elígete (no sabes de otro) el puerto”. Fernando Pessoa (1888-1935)
Toda previsión ajustada a hechos que representen nuestros deseos personales sobre la grave crisis venezolana es ciencia ficción o brujería. Dejé de asistir a programas de radio y televisión porque la única pregunta que me hacían era la siguiente: ¿Usted como historiador nos puede decir qué va a pasar en el futuro próximo en Venezuela? La angustia conque me hacían esa pregunta era el denominador común en todos los espacios a los cuales asistía. Con mi respuesta, los interlocutores, se descomponían aún más porque yo les decía sencillamente que no tenía ni la más remota idea de lo que iba a pasar. “Nada se sabe, todo se imagina”, sostenía Fernando Pessoa. Inmediatamente me despachaban con una cortesía de compromiso. En una sociedad envilecida por un presente lleno de angustia y desasosiego el pasado a nadie le interesa.
Con este escrito tampoco pretendo describir escenarios imaginarios sobre hechos que se están gestando y que marcarán nuestro destino personal y colectivo como sociedad. Sería irresponsable afirmar que el régimen tiene los días contados: un deseo compartido por millones de venezolanos que hemos visto cómo nuestra dignidad humana nos ha sido despojada desde un empobrecimiento planificado y persistente. Las estrategias de sobrevivencia ante las dificultades son las que marcan el actual momento y solo las que dependen de nosotros individualmente pueden ser atendidas. Aunque sobrevivir no es vivir.
Millones optan por irse de Venezuela bajo la premisa de que no hay futuro mientras los chavistas estén en el poder. Como no todos podemos irnos, y hay otros tantos que no queremos irnos y que aún creemos en el dinamismo de los procesos históricos; lo que nos toca es enfrentar la incertidumbre más grande alrededor de vidas cuya existencia están hoy al límite. Esas habilidades están ausentes en la mayoría de los venezolanos. Sobre todo en el sector profesional y asalariado cuyas convenciones colectivas y beneficios laborales el régimen acaba de abolir lanzándonos a los leones.
El chavismo se sostiene desde el reino de la necesidad copiando la receta cubana. El modelo chavista alardea de una ineficacia programada sostenida en dos pilares: el control de la fuerza represiva y la rendición de la población desde la dádiva populista, cada vez más irrisoria, haciendo crecer el ejército de pobres. Dicen los economistas más expertos y sesudos que el modelo chavista es un antimodelo, en realidad un hibrido estatista y plutocrático que alardea de tratos comunitarios declarativos aunque nulos en la realidad y que mantiene una propiedad privada arrodillada a sus designios. La confianza en una racionalidad moderna hoy luce agujereada por todos sus costados en la Venezuela que en días inaugura el año 2019.
Bien sabemos que hay presiones internacionales fuertes de países que consideran a Maduro un dictador, aunque este cuenta a su vez con aliados poderosos como rusos y chinos que en el ajedrez geopolítico mundial no son nada desdeñables. Internamente la ausencia de líderes históricos en los terrenos de la oposición partidista le ha dado al régimen una fortaleza, que es más aparente que real porque internamente sus propias facciones llevan a cabo una silenciosa como brutal disputa por los espacios del poder y su control.
Sin ser Nostradamus (1503-1566) es evidente que la crisis se profundizará en el año 2019, y en consecuencia el éxodo de los venezolanos hacia el exterior también se incrementará junto a los brotes de rebeldía y descontento doméstico. Solo la confianza y actitud personal positiva en condiciones de absoluta adversidad depende de cada uno de nosotros. Y que el futuro siempre es abierto y que la vida siempre se renueva y le gana a la muerte.
El desastre en que los chavistas han llevado a Venezuela arruinándola, también es un proceso que se puede revertir y para ello hace falta que los actores políticos, económicos y sociales recuperen una unidad de propósitos para retomar la senda democrática y la paz. Las ambiciones pequeñas deberían dar paso a las grandes y desinteresadas, en fin, a liderazgos responsables.
En estas épocas de fervor religioso los católicos venezolanos vamos al encuentro de Dios y la Virgen buscando consuelo ante un dolor social inmenso: “el pueblo que caminaba en tinieblas ha visto una gran luz”. Esta creencia, revestida de fe, es otra fortaleza en un tiempo en que la oscuridad apenas da chance para la alegría y la esperanza militante. Hay veces que debemos prometernos sueños que quizás no se cumplan, pero que son el aliciente de una resistencia imprescindible.
Si bien tengo la sospecha que el año 2019 será más difícil que todos los años anteriores también estoy convencido, indistintamente de lo que vaya a suceder, de que debemos seguir luchando tanto individualmente como colectivamente, en todos los terrenos, para preservar nuestras vidas y la de quienes dependen de nosotros buscando recuperar la democracia y volver a rutinas sociales normales. Mi propósito como venezolano en este año 2019: ayudar a recuperar a Venezuela.