55 años del discurso “Yo tengo un sueño”

 

 

El 28 de agosto se conmemoró el 55 aniversario del discurso “Yo tengo un sueño” de Martin Luther King, Jr. Una alocución que quedó para la historia por su fuerza, el poder de influencia que tuvo y por frases épicas como por ejemplo: “sueño que mis cuatro hijos vivirán un día en un país en el cual no serán juzgados por el color de su piel, sino por los rasgos de su personalidad”.

Aquella multitud congregada en las escalinatas del Monumento a Lincoln, en Washington (EE.UU), no escatimó en aplaudir aquellas palabras emotivas por el pastor de la Iglesia Bautista.

Martin Luther King Jr. fue un activista de los derechos civiles, constante luchador contra el racismo, que murió asesinado de un balazo en Memphis (EE.UU), el 4 de abril de 1968. Cuatro años antes, recibió el Premio Nobel de la Paz, como el galardonado más joven por “haber dirigido una resistencia no violenta con el objetivo de eliminar los prejuicios raciales en los Estados Unidos”.

Hoy, su discurso continúa vigente. Ese sentimiento por ver a una América unida sin distinción de raza es un sueño que a pesar de que han pasado 55 años, no se ha terminado de cumplir.

En los periódicos, con frecuencia, vemos el maltrato racial que sufren las personas, sobre todo por su color de piel o su credo. El racismo también está ligado a la xenofobia, que es el rechazo u odio hacia el extranjero.

Es lamentable que esto exista en nuestra sociedad actual. El gran poeta y escritor, Premio Nobel de Literatura, José Saramago, dijo una vez: “todas las protestas, todos los clamores, todas las proclamaciones contra el racismo y la xenofobia son justos, necesarios y bienvenidos”.

Hoy más que nunca se deben sumar esfuerzos desde todos los sectores. La lucha por un mundo sin distinción social debe seguir, todos somos iguales y como dijo Martin Luther King: “cuando repique la libertad y la dejemos repicar en cada aldea y en cada caserío, en cada estado y en cada ciudad, podremos acelerar la llegada del día cuando todos los hijos de Dios, negros y blancos, judíos y cristianos, protestantes y católicos, puedan unir sus manos y cantar las palabras del viejo espiritual negro: ¡Libres al fin! ¡Libres al fin! Gracias a Dios omnipotente, ¡somos libres al fin!”

 

 

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