Nuestro
Para nadie es un secreto la intención del régimen de convertir la figura del difunto Hugo Chávez Frías (1954-2012 ó posiblemente 2013), en una deidad digna de oraciones y capaz de hacer uno que otro milagrito, para ello los ilustres cronistas de la revolución han hilado una fina historieta que envuelve en un halo de misterio la vida y muerte del connotado líder político. Mitos y leyendas urbanas se tejen a lo largo y ancho de la patria, desde la misteriosa “luna roja o luna de sangre”, fenómeno natural que según la doctrina del Ministerio del Poder Popular de Brujería, Santería y Cultos Afrocubanos, es una revelación que antecede la epifanía revolucionaria y a la vez un recordatorio de los dotes adquiridos por el “comandante supremo” en el inframundo; hasta el extraño episodio del pajarillo que susurro al oído del presidente Nicolás Maduro Moros, y que éste asumió como un mensaje del más allá, situación que debería consultar con un chaman hindú, por tratarse de un presunto caso de reencarnación o en su defecto con el Alcalde Jorge Rodríguez Gómez que aparte de ser Ministro de Propaganda y Presidente ad hoc del CNE, también es Psicólogo.
Como toda divinidad necesita un sitio de adoración, y esta no es la excepción, en lugar de un cementerio común y silvestre, símbolo de humildad, de pueblo, el régimen en un burdo intento de posicionar eternamente su recuerdo en la psique del colectivo, convirtió el cuartel de la montaña en el mausoleo más grande de país, como si se tratara de un faraón moderno, pero con la sutil diferencia que la momia es de cera. Un panteón paralelo, donde seguro descansaran los restos mortales de los “héroes” de la revolución bolivariana, salvo que en el marco del decreto de estado de excepción de emergencia económica, decidan expropiar el panteón nacional, lugar de descanso de los verdaderos héroes de la patria.
Nuestro sincretismo, muy influenciado ahora por la penetración de los cultos afrocubanos, ya venía en un proceso de deformación, ejemplo de ello es la “Cohorte Malandra”, cuyos seguidores, muchos de ellos delincuentes, rinden culto a otros delincuentes caídos en enfrentamientos o dados de baja por los cuerpos de seguridad, facsímiles en yeso de narcos, sicarios y pranes son comunes en esos altares, donde sus discípulos rezan, pagan promesas y piden protección. No es de extrañar que desde el mismo momento del deceso del “comandante eterno”, sus autodenominados hijos, tras bastidores, hayan propiciado la creación de la “Cohorte Chavista”, que en esencia no sería muy diferente a la anterior, un culto pseudo-religioso, exclusivamente para ateos, marxistas y comunistas trastornados o tal vez aprovechar la emergencia económica para promover un decreto ley que convierta al “difunto” en el primer santo por decreto ejecutivo y al mismo tiempo declarar el 28 de julio como el día de “San Hugo, el redentor del pueblo”.