Desde
Desde su atronadora llegada a la vida de los venezolanos, Hugo Chávez tuvo siempre un solo objetivo cimero, decidido a lograrlo bien sea por la fuerza, como en el intento de golpe de Estado de 1992, a través de elecciones como en 1998 o contraviniendo la Constitución que él mismo propulsó, como en la enmienda constitucional de 2009 en la cual se consultó dos veces la misma materia (reelección) en el mismo periodo constitucional, es decir, en todo este tiempo no ha habido un proyecto de país, mucho menos de Estado, sino un muy claro proyecto de poder, de retención del mismo.
Es por ello que observamos como la partidización de las instituciones públicas es vital para este plan, ellas se han convertido en aliadas incondicionales del gobierno, con libre usanza de sus imágenes, logos, líderes, consignas, peor aún, muchas de ellas discriminan políticamente, como el caso del ministerio con competencia en participación ciudadana y sus dependencias, quienes prácticamente solo reconocen y atienden a las estructuras organizativas afectas al Psuv. El mismo TSJ deja ver sus costuras rojas al emitir con inédita rapidez sentencias contra la Asamblea Nacional, restándole y condicionándole competencias claramente definidas en la carta magna, amén de fortalecer en nuestra tara antidemocrática el rancio presidencialismo.
El aparente punto fuerte del gobierno, “políticas sociales”, surgieron durante la crisis de gobernabilidad 2002-2004 y de la coincidencia del boom petrolero más formidable de la historia, estas políticas siempre han tenido dos claras intenciones: Primero el adoctrinamiento, la alabanza e idolatría a Chávez, sobredimensionando al borde del realismo mágico su obra política, a fin de “justificar” su permanencia (y el de su entorno) en el poder ¡para eso son buenas las ideologías! Segundo, estas “políticas sociales” evitan la emancipación de los venezolanos, la independencia al margen del control gubernamental, por ello se hilvanó dependencia a becas, estipendios o financiamientos públicos, permitiendo solo el “desarrollo productivo colectivo”, cercenando libertades económicas personales, familiares y asociativas, en este impositivo entramado las restricciones y racionamientos se acrecientan. ¿El fin? Un venezolano exclusivamente dependiente del gobierno, genuflexo a sus intereses electorales, hasta que las elecciones no sean un obstáculo.
Así, al no existir instituciones autónomas, independientes, al estar comprometida la soberanía a niveles alarmantes, pues 80% de nuestro consumo (entre ello alimentos y medicinas) depende del extranjero, al descuidarse nuestras fronteras a favor de actividades ilícitas, al haberse desistido en la forma que se hizo del Esequibo, al ceñirse los procesos de toma de decisiones del Estado a una élite todopoderosa, al interpretarse la constitución lejos de su verdadero desiderátum, al irrespetarse la voluntad del pueblo desconociendo la AN, se desvanece la república… pues ser república es exactamente todo lo opuesto. @leandrotango