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Conocerse a sí mismo, es conocer una verdad básica que se debe tomar como una norma mínima de quien busca; no diferenciarse de los demás por sus cualidades, sino como parte de la actividad consensual del ser humano, como praxis acertada para bien del mundo, el común. Quizá la más importante, antes que otras por desarrollarse en gran medida mediante la comunión de la emoción y la razón. La mejor enseñanza se obtiene en las universidades autónomas, jamás en las manejadas por gobiernos. François-Marie Arouet (París 1694-1778), Voltaire, escritor, historiador, filósofo y abogado, fue de los principales representantes de la Ilustración S.XVIII. Sin embargo, asumió una posición encarnecida contra Leibniz -consideraba la Tierra el mejor planeta del Universo- tildándolo de ingenuo por su concepto espiritual acerca de las bondades terrenales.
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Con su libro El Cándido desató gran malestar entre él y quien en otrora fue un gran colaborador, del mismo modo tentó con críticas sublimes la obra de Diderot (La enciclopedia) aun cuando fue uno de sus colaboradores. Voltaire con todas sus cualidades, tuvo en su haber lo que -actualmente- definiría Mario Bunge, como una ética perversa vendida al mejor postor, aun cuando se consideraba un demócrata, inspirado en gran medida en contra de sus coetáneos J.J. Rousseau y Montesquieu sus postulados sociales y derecho a la guerra respectivamente, consideraba enajenar -por decirlo así- la educación, con el fin de hacerle llegar a las masas, cosa que el despotismo ilustrado, pensando siempre en la manipulación de las mismas para obtener su apoyo, adoptó satisfactoriamente.
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Varios de los grandes ejecutores de tal medida fueron: Jorge I de Gran Bretaña, Luis XV de Francia, Federico II de Prusia, Catalina II de Rusia. Quienes fueron sus mecenas. El espíritu de la ilustración tenía su fundamento en algo totalmente Altruista; basado en que el conocimiento humano podía combatir la ignorancia, la superstición y la tiranía para construir un mundo mejor. Tuvo una gran influencia en aspectos científicos, económicos, políticos y sociales de la época.
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Se expandió en la burguesía y en la aristocracia mediante medios de publicación y difusión en reuniones realizadas en casa de ricos y aristócratas, donde participaban intelectuales y políticos con el fin de exponer y debatir sus tópicos. El comunismo criticó excesivamente tal corriente cultural, principalmente por su sesgo elitista. Sin embargo, paradójicamente, actualmente los regímenes comunistas totalitarios, como adoctrinamiento político, han reinventado una especie moderna de despotismo ilustrado, creando para las masas; instituciones mediocres con exacerbada propaganda, mientras sus huestes elitistas se educan en universidades internacionales.