En una cálida vivienda del barrio El Valle, en la parroquia Coquivacoa, en el norte de Maracaibo, Zulia, residen Yulimar Weffer, repostera de profesión, y su hija de 11 años, Victoria Chiquinquirá Viera Weffer. La niña enfrenta uno de los retos más difíciles de su vida: una escoliosis severa con una curvatura de 86 grados.
Amante del baile y la natación, Victoria sufre las consecuencias de una patología delicada que le fue diagnosticada hace poco más de tres años. La curvatura está desplazando su caja torácica y afectando el corazón.
Tímida y penosa, pero descrita por su madre como “maravillosa”, Victoria estudia en la Unidad Educativa Privada Elisa Faria y asiste a la Iglesia San Ramón Nonato, según comentó su progenitora este viernes 19 de septiembre al Diario La Verdad.
Sin embargo, enfrenta una realidad radical: necesita ser operada en una cirugía de dos tiempos, cuyo costo ronda los 38.281 dólares.
Su familia organiza verbenas, rifas y servicios públicos para tratar de cubrir los gastos, aunque la cifra parece, por momentos, imposible de alcanzar, pero Yulimar, mujer de fe, dice que “la esperanza es lo último que se pierde”.
El camino comenzó hace 3 años
La progenitora de la pequeña aseguró que el largo trecho que le ha tocado recorrer comenzó hace más de tres años.
“La pediatra la empezó a examinar y la vio con la escápula afuera; la dobló y la columna se le hizo en S de una vez”, narró.
Desde aquel día, las placas se han convertido, tristemente, en parte de la vida cotidiana de Victoria. Una de ellas confirmó el diagnóstico: Victoria tenía escoliosis.
“Desde ese tiempo hemos ido a varias partes, hasta que llegamos al Hogar Clínica San Rafael, donde nos ha atendido una buena doctora”, especificó Yulimar.
En una consulta médica realizada en septiembre de 2024, Victoria y su madre recibieron una mala noticia: la escoliosis había avanzado, aumentando 15 grados de desviación.
Además, una resonancia magnética reveló una malformación en el cráneo llamada Arnold-Chiari, y también Siringomielia en la médula espinal.
Por lo que fue operada en octubre gracias al apoyo de la comunidad, la familia y algunos entes gubernamentales.
“Cada grano es significante”
Yulimar especificó que actualmente “estamos buscando” cualquier alternativa de apoyo, y que ya ha tocado “las puertas en varios organismos públicos”.
“Yo no estoy buscando que me den todo, sé que es mucho, pero con lo que me puedan ayudar estamos agradecidos”, afirmó.
La repostera reseñó que hay personas a quienes “se les ha tocado el corazón” por Victoria, y que en este momento “lo más mínimo que sea es valioso”.
“Para mí todo es muy valioso. Cada grano es significante. Así llegamos a la meta”, alegó.
Su familia, que se ha unido a la situación, se ha convertido en un apoyo fundamental y un pilar para que “de granito en granito” se pueda “tratar de llenar el saco”.
En un mar de lágrimas y esperanza, Victoria representa todo para Yulimar. Es su única hija, quien hace que sus emociones exploten, y a quien desea seguir viendo nadar y bailar.
“La anhelo seguir viendo haciendo todo lo que le gusta. Quiero verla crecer. La amo”, explicó.
Victoria representa una historia de amor, fe y resistencia. En medio de placas, diagnósticos y oraciones, esta familia marabina sigue creyendo que cada grano cuenta, que cada ayuda suma, y que no hay curvatura que doble la esperanza.
Para mayor información sobre el caso de Victoria pueden comunicarse con su madre Yulimar a través del número de teléfono +58 0414-067-4960 o a través de las cuentas de Instagram @dulcesvictoria_mcbo y @yulimarw.
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