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Los niños de la escuela básica nacional Hermágoras Chávez debieron ser reubicados en el colegio Anselma Pulgar. Pero dicho cambio resulta desfavorable para el estudiantado. Los alumnos de primer y segundo grado escuchan clases en el mismo salón, al igual que los de tercero y cuarto. Solo una maestra divide su labor con el pizarrón. Los cursos restantes sí tienen aulas separadas.
Una empleada del plantel Hermágoras Chávez, quien prefirió no identificarse por temor a perder su cargo, contó que después de un conato de incendio en mayo de 2013, los bomberos les recomendaron el desalojo y la Zona Educativa los movió a la institución más cercana. “El gobernador aprobó el crédito y Fundaeduca comenzó las reparaciones en julio, pero nunca las terminaron. Tenemos cuatro años en el Anselma. Supuestamente para marzo de este año, más tardar, tendríamos el colegio de vuelta y aún nada”.
Desde hace una década el colegio del sector La Suiza no recibe trabajos de mantenimiento. El recinto tiene 71 años prestando servicio a las comunidades cercanas, pero ahora está a merced del hampa. La escuela matriculaba a 350 niños y este año cerró con 160, pues con el pasar de los meses, los representantes han retirado a sus hijos, debido a la incomodidad en la que les imparten las materias, según lamentó una de las educadoras.
En una infraestructura destinada a ser un centro educativo, fungen dos, lo que ha causado hacinamiento en las aulas readaptadas para el alumnado de la escuela Hermágoras Chávez. El colegio Anselma Pulgar dispone de 12 salones y estudian 291 niños.
Descuido
El olor a heces fecales y orine es el preámbulo a las áreas donde solían compartir los escolares del plantel nacional Hermágoras Chávez. Las hojas secas de los árboles y los murciélagos revoloteando por doquier decoran los espacios, con pisos tapizados de polvo. Las paredes tienen filtraciones y están desteñidas, los cubículos de los baños carecen de pocetas y las puertas brillan por su ausencia. Los únicos que disfrutan de la locación son los maleantes de la zona, mientras que los maestros anhelan ocuparlo con sus estudiantes.
Roxelene Urdaneta, madre de dos alumnos, extraña la privacidad que tenían sus pequeños en esa escuela y la libertad para realizar las actividades complementarias. “Me gusta la educación del Hermágoras, pero mis hijos no quieren venir a este colegio porque nunca tienen clases, no hay comida y cuando hay, llegan a la casa con dolor de barriga”.
Urdaneta agregó que su hija no usa el baño de la escuela porque suele estar sucio por falta de agua y solo está disponible un área sanitaria para cada instituto.
Johana Albarrán. Representante. “El cambio de colegio le pegó mucho a mi hijo, porque no tiene las mismas comodidades, pero en la otra sede había más inseguridad. Los delincuentes entraban hasta a plena luz del día”
Yenitza Pirela, Madre de tres alumnos. “En la escuela, cada grado veía el contenido correspondiente de las materias, ahora lo ven amorochados. Esperamos que pronto nos resuelvan esta problemática”