Informe revela torturas y abusos sexuales contra venezolanos en El Salvador

Human Rights Watch y Cristosal concluyeron que los casos de tortura y malos tratos a venezolanos no fueron incidentes aislados cometidos por solo algunos guardias o policías antimotines abusivos, sino violaciones sistemáticas que se produjeron repetidamente

Foto: Agencias

"Llegaron al infierno". Con esas palabras recibió el director del Centro de Confinamiento del Terrorismo (Cecot) a los 252 migrantes venezolanos que el gobierno de Estados Unidos deportó a El Salvador el pasado marzo. En ese lugar, fueron torturados y sometidos a otros abusos, incluidos sexuales, según un informe publicado este miércoles 12 por Human Rights Watch y Cristosal.

El documento ofrece un análisis exhaustivo del trato que recibieron los connacionales, quienes habían sido detenidos por la policía migratoria de EE. UU. en distintos momentos, ciudades y situaciones, y el 15 marzo, el presidente Donald Trump los envió a la megacárcel del presidente Nayib Bukele, invocando la Ley de Enemigos Extranjeros y acusándolos de pertenecer a la banda transnacional el “Tren de Aragua”.

Los investigadores de Human Rights Watch y Cristosal entrevistaron a 40 de los venezolanos que estuvieron detenidos en el Cecot y a otras 150 personas, incluidos familiares, abogados y allegados, publicó El Nacional.

Además, revisaron fotografías de lesiones, bases de datos de antecedentes penales, documentos relacionados con la situación migratoria de estas personas en EE. UU. y datos publicados por el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos (ICE) sobre sus deportaciones.

También corroboraron las denuncias de los detenidos mediante análisis forenses proporcionados por el Grupo Independiente de Expertos Forenses y una investigación de fuentes abiertas realizada por el Laboratorio de Investigación del Centro de Derechos Humanos de la Universidad de California, Berkeley.

Human Rights Watch y Cristosal señalaron que la mitad de los venezolanos enviados al Cecot no tenían condenas penales y solo el 3 % había sido condenado en EE. UU. por un delito violento o potencialmente violento.

Otras verificaciones de antecedentes penales revelaron que muchos no habían sido condenados por delitos en Venezuela ni en otros países latinoamericanos en los que habían vivido.

Víctimas de abusos físicos, verbales y psicológicos

De acuerdo con el testimonio de los migrantes, todos fueron sometidos a abusos físicos, verbales y psicológicos graves de forma sistemática por parte de los guardias y policías antimotines salvadoreños.

Gonzalo Y., uno de los detenidos, contó que cuando el avión aterrizó en El Salvador, los agentes los obligaron a él y a los demás a arrodillarse con la cabeza gacha. Él le dijo a uno de los agentes que tenía un problema en la columna y no podía mantener la cabeza baja, pero el agente le golpeó en la nuca con un bastón.

En el autobús que los llevaba a la prisión de máxima seguridad, los guardias lo golpearon de nuevo.

“Desde que me bajaron del avión empezó la pesadilla, Cuando llegamos a la entrada del Cecot, los guardias nos hicieron arrodillar para afeitarnos la cabeza. Uno de los oficiales me golpeó en las piernas con un bastón y caí al suelo de rodillas”, dijo Gonzalo.

Según él, todos fueron sometidos al mismo trato. “El director de la prisión nos dijo: ‘Llegaron al infierno”.

Julián G. dijo que fue sacado del avión en El Salvador por un agente de la policía antimotines que lo golpeó varias veces en las costillas con la culata de su rifle. Entre el avión y el autobús, el policía lo golpeó varias veces más en la nuca y la espalda.

Una vez que llegó a la entrada del Cecot, dijo que un agente lo golpeó y lo sacó a la fuerza del autobús. “Me golpeó con el puño en las costillas, me sacó el aire. Luego me entraron y me arrodillaron y me raparon la cabeza”.

“La tortura psicológica era no saber qué iba a pasar con nosotros, cuál iba a ser nuestro futuro, si nuestras familias sabían dónde estábamos. Era terrible no saber qué iba a pasar o si era verdad que nos íbamos a quedar allí de por vida, como decían los guardias”, afirmó Julián.

Luis S., de 27 años y originario del estado Táchira, dijo que los agentes lo golpearon al sacarlo del avión y subirlo al autobús. “Un oficial me pegó con un bastón negro en la cara, en la boca exactamente, de eso me tumbaron un diente de adelante”.

Otros agentes también le dieron puñetazos en las costillas y lo golpearon en la rodilla derecha con un palo. “La doctora que me vio después, como a la semana allí en la cárcel, me dijo que me habían roto el ligamento de la rodilla. No me dieron nada para el diente”, afirmó.

Pero la pesadilla no terminó ahí. En el Cecot, los guardias y la policía antimotines golpearon y maltrataron constantemente a los venezolanos. “Los custodios me dieron muchos golpes, en el pasillo del módulo y en la celda de castigo. Nos golpeaban casi todos los días”, expresó Gonzalo.

Los venezolanos señalaron que las golpizas y los abusos más graves tuvieron lugar de camino a las celdas de castigo conocidas como “la Isla” o dentro de ellas. Allí, los detenidos eran castigados o intimidados, a menudo con el pretexto de que habían infringido las normas de la prisión.

Los exdetenidos describieron las celdas de castigo como espacios pequeños y oscuros, de 3 por 4 metros, en los que solo cabían unas pocas personas de pie y había una cama de cemento, un inodoro y una pila, con un agujero en el techo que a veces dejaba pasar la luz y el aire.

Varios entrevistados dijeron que a veces los llevaban allí solos y otras veces en grupos de hasta 8 a 10 detenidos, todos recluidos en la misma celda.

"Después de golpear y maltratar a los detenidos, los guardias los dejaban encerrados en celdas de castigo durante períodos que iban de cuatro horas a tres días, durante los cuales eran agredidos en múltiples ocasiones. Varios entrevistados afirmaron que los guardias les restringían el acceso a comida, agua y medicamentos durante su reclusión en estas celdas", detalla el informe.

Nelson F. dijo que tuvo problemas psicológicos y pensamientos suicidas mientras estuvo en el Cecot: “Caí en depresión. Quería suicidarme porque pensaba que muerto iba a estar mejor. Al final, lo único que me daba fuerzas es Dios … y mi familia, mi esposa, mi hija y mi madre”.

“Lo más difícil fue que los guardias nos decían que nunca saldríamos de ahí, que nuestras familias nos habían dado por muertos”, dijo por su parte Flavio T. a Human Rights Watch.

Los venezolanos contaron que tambén los sometieron a otras formas de maltrato. Dijeron que los guardias les apretaban excesivamente las esposas o se las pisaban mientras estaban en lo que los guardias llamaban “posición de requisa”—esposados y encadenados, obligados a arrodillarse con las manos detrás de la cabeza—.

Además, les rociaban gas pimienta sin ninguna provocación, les gritaban constantemente, los acusaban de ser delincuentes y utilizaban lenguaje degradante.

Otros dijeron que los guardias los amenazaban y les decían que nunca saldrían con vida, que habían sido condenados a entre 100 y 200 años de prisión y que nunca volverían a ver a sus familias.

Felipe C., de 25 años de Caracas, fue golpeado varias veces en la celda de castigo. Describió que el día del cumpleaños de su hijo, se sintió triste y se quedó de pie junto a los barrotes de su celda. Un guardia lo regañó y lo llevó a “la Isla”, donde, según él, tres guardias lo golpearon.

Detalló que lo obligaron a arrodillarse con las manos a la espalda, mientras los guardias pisaban las esposas de sus pies y le decían que saldría del Cecot “en una bolsa negra”. Lo dejaron encerrado en “la Isla” durante todo el día, sin luz, agua ni comida.

Golpizas tras las visitas del CICR y de la Secretaria de Seguridad

A Daniel B., de 24 años del estado Miranda, le rompieron la nariz luego de que participara en las entrevistas que el personal de la Cruz Roja Internacional hizo a un grupo de los presos venezolanos.

Contó que lo golpearon con un bastón y le dieron un puñetazo en la nariz, que lo hizo sangrar profusamente. “Me siguieron pegando en el estómago y, cuando traté de agarrar aire, me empecé a ahogar con la sangre. Mis compañeros de celda gritaban auxilio, diciendo que nos estaban matando, pero los oficiales decían que solo nos querían hacer sufrir. Gracias a mis compañeros que me ayudaron, sobreviví. Me quedó desviada la nariz de esos golpes”, afirmó.

Nelson F. dijo que también lo golpearon después de la primera visita del CICR. Los guardias lo sacaron de la celda, lo pusieron en “posición de requisa” en el pasillo y lo golpearon severamente, dándole patadas y puñetazos durante 10 minutos. “Me pareció eterno”, dijo.

Félix D., un tachirense de 27 años, dijo que también participó en una pequeña reunión con el personal del CICR. "Había custodios presentes, bastantes. En esa entrevista nosotros le dijimos a la muchacha todo lo que nos había pasado: las golpizas y demás”, aseguró.

“Luego de la entrevista, llegaron en la tarde a sacarnos de la celda a posición de requisa y nos dieron otra golpiza y nos decían que era por haberle contado a la Cruz Roja de las golpizas. A mí solo me golpearon esa misma tarde, pero a otros compañeros los estuvieron golpeando por toda la siguiente semana”.

La visita de la Secretaria de Seguridad Nacional de Estados Unidos, Kristi Noem, también trajo consecuencias para los migrantes venezolanos.

El informe relata que, mientras la secretaria entró en el módulo con personal estadounidense y salvadoreño durante un breve periodo de tiempo, los detenidos en las primeras celdas comenzaron a gritar “libertad, libertad”, “somos migrantes, no terroristas”, “no tenemos por qué estar acá” y a hacer la letra “L” con los dedos, en referencia a la palabra libertad.

Treinta minutos después de que Kristi Noem se marchara, los guardias entraron en el módulo y golpearon a los que habían gritado. Además, les restringieron el acceso al agua y a la comida durante el resto del día.

“Nos sacaron de a dos o tres fuera de la celda. Estábamos hincados en la posición de requisa ahí en el pasillo y nos dieron duro”, dijo Wilson L., de 35 años del estado Aragua.

Víctimas de violencia sexual

Tres detenidos contaron a Human Rights Watch y Cristosal que fueron víctimas de violencia sexual. Uno de ellos, identificado como Mario J., dijo que los guardias lo llevaron a “la Isla” donde lo golpearon.

Afirmó que luego cuatro guardias abusaron sexualmente de él, lo obligaron a practicar sexo oral a uno de ellos y lo llamaron “maricón”. “Jugaron con sus bastones en mi cuerpo. Me metían los bastones dentro de mis piernas y me los rozaban por mis partes íntimas”, recordó.

Leonel H. describió haber sido golpeado y acosado sexualmente en repetidas ocasiones mientras estuvo detenido. Dijo que cuando llegó a la prisión, los oficiales le ordenaron que se desnudara y notaron que tenía una perla en el pene, es decir, una forma de modificación genital en la que se inserta quirúrgica o manualmente un pequeño objeto bajo la piel del pene, a menudo con fines culturales, estéticos o sexuales.

Aseguró que los guardias lo sacaban repetidamente de su celda y lo obligaban a desnudarse para mostrar la perla a otros guardias. Cuando se negaba, los guardias lo golpeaban. “Me golpearon mucho por eso”.

Los detenidos dijeron que el abuso sexual afectó a más personas, pero que era poco probable que las víctimas hablaran de lo que habían sufrido debido al estigma.

Human Rights Watch y Cristosal concluyeron que los casos de tortura y malos tratos a venezolanos no fueron incidentes aislados cometidos por solo algunos guardias o policías antimotines abusivos, sino violaciones sistemáticas que se produjeron repetidamente durante su detención.

Todos los exdetenidos entrevistados denunciaron haber sido sometidos a graves abusos físicos y psicológicos casi a diario, durante todo el tiempo que permanecieron detenidos.

"Estas golpizas y otros abusos parecen formar parte de una práctica diseñada para someter, humillar y disciplinar a los detenidos mediante la imposición de un sufrimiento físico y psicológico extremo. Los agentes también parecen haber actuado con la convicción de que sus superiores apoyaban o toleraban sus actos abusivos", refiere el informe.

A mediados de julio, el gobierno de El Salvador envió a los 252 migrantes a Venezuela a cambio de 10 ciudadanos o residentes permanentes de Estados Unidos que habían sido detenidos por el gobierno de Nicolás Maduro.

Ni Washington ni San Salvador han revelado completamente los términos del acuerdo en virtud del cual los migrantes venezolanos fueron trasladados a El Salvador.

Sin embargo, el gobierno salvadoreño ha afirmado que el gobierno estadounidense le pagó para mantener a estas personas detenidas.

Una carta de subvención del gobierno estadounidense presentada en un litigio federal muestra que se asignaron 4,76 millones de dólares a través del Departamento de Estado de Estados Unidos para apoyar a las agencias de seguridad salvadoreñas.

El escrito indica que los fondos estaban destinados a sufragar gastos incluidos los “asociados con la detención de miembros de la organización terrorista extranjera Tren de Aragua (TdA), que El Salvador ha aceptado de Estados Unidos”.

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