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Chávez impuso el modelo comunista cubano que Nicolás Maduro ha continuado. Este sistema planifica, aparte de acabar con el sector privado, abolir las parroquias, alcaldías, gobernaciones, Asamblea Nacional y el voto universal. A cambio, los consejos comunales elegirán a las comunas, la unión de comunas al Parlamento y este designará al Presidente.
El ahora equivocado Giordani lo expuso muy claro en sus tiempos: “a los pobres hay que mantenerlos pobres porque son el piso político de la revolución. Y esa transformación toma al menos 30 años; los adultos se resisten y se aferran al pasado, los jóvenes la viven y se acostumbran, y los niños la aprenden y la hacen suya”.
Esos niños que ahora tienen 25 años, no han conocido otra cosa que el chavismo, los que eran jóvenes no se han acostumbrado pero han emigrado por millones, y los adultos que “se aferran al pasado” han centrado su única esperanza en el revocatorio. El resto ha sucumbido al robo, la limosna, la mentira y a través de la sumisión ha sido reducido a la condición de parásitos del Estado. Pobres, pero felices como en Cuba.
Indudablemente que esa ideología no sólo es incompatible con la democracia sino que es excluyente. El Gobierno se sabe totalmente perdido y está desesperado. El supuesto diálogo es para que la oposición baje aún más la guardia, darle largas a las conversaciones hasta que el referendo sea imposible para el 2016 y continuar bajo el régimen comunista. Eso no se puede permitir.
La Mesa de la Unidad Democrática (MUD) ya perdió el momento que traía con la victoria avasalladora del 6-D. En sus ocho meses de funcionamiento no ha podido cumplir con nada de lo que se ha propuesto porque es torpedeada y descalificada automáticamente y a priori por el Tribunal Supremo de Justicia ( TSJ), dependencia sumisa del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV). El juego está trancado y hasta se ha amenazado con disolver el Parlamento y no permitir el revocatorio.
Ya basta de poner la otra mejilla, se requiere una acción más radical como la confrontación en la calle, con el mundo entero de testigo. Hay que ejercer mayor presión para realizar el referéndum. No hay otra alternativa. Que oiga quien tiene oídos…