Existió una época

No voy a escribir una nota de esas que afirman que todo tiempo pasado fue mejor, pero lo que nadie puede desmentir, es que Venezuela era un país distinto. Que teníamos problemas, cierto, pero hambre producto de la escasez de alimentos tan básicos como harina, pan, pollo, café, aceite, eso no existía

No voy a escribir una nota de esas que afirman que todo tiempo pasado fue mejor, pero lo que nadie puede desmentir, es que Venezuela era un país distinto. Que teníamos problemas, cierto, pero hambre producto de la escasez de alimentos tan básicos como harina, pan, pollo, café, aceite, eso no existía.

El seguro social no era perfecto, pero hospitales sin algodón, alcohol, aspirinas, inyectadoras, hilo de sutura, gasas… tampoco, nunca se encontraron en tal estado de deterioro. Tampoco teníamos anaqueles en las farmacias vacíos, condenando a muerte a trasplantados, enfermos de cáncer, diabetes o hipertensión.

Muchas enfermedades controladas y desaparecidas en el pasado, hacen estragos de nuevo; paludismo, malaria, tuberculosis y hasta la sarna, han sido rescatadas por el socialismo bolivariano. Sin olvidarnos que, por haber abandonado los programas de fumigación, mosquitos y otros bichos han contagiado a casi todos los venezolanos con el virus del Zika y de la Chikunguña, cuyos pacientes sufrirán las secuelas de esas infecciones por muchos años, sin contar ni siquiera calmantes para aliviar el dolor.

La Venezuela obra de los chavistas es definida por los medios de comunicación internacional, como un país que se está muriendo, su economía en caída libre, la moneda no vale nada, las empresas arruinadas, incluyendo PDVSA, el país endeudado con China por varias generaciones, toda la riqueza que entró, robada, despilfarrada y utilizada para mantener una banda de alcahuetas internacionales.

Sus instituciones carecen de legitimidad, esos cargos antes ocupados por personas con méritos académicos y profesionales, hoy están ocupados por cómplices, elegidos muchos de ellos contraviniendo las leyes de la República. Títeres, hampones, corruptos, agentes, llenan las plantillas de los tribunales, fiscalías, gobernaciones, defensorías, puertos y aeropuertos, el CNE e incluyendo las representaciones diplomáticas.

La crisis social, económica y política del país y las carencias que padece la población producto de la escasez tienen responsables. Chávez la inició, expropiando y arruinando cientos de empresas, congelando los precios de los alimentos, para tener el monopolio de la distribución, controlando la entrega de divisas, a fin de ahorcar la iniciativa privada y cualquier intento de importaciones privadas, con el único objetivo de convertirnos en sus esclavos.

Maduro y su combo profundizaron su obra, continuaron los regalos de los recursos a Cuba, Nicaragua, Ecuador, favorecieron a sus socios Lula y Cristina, con contratos, compras trianguladas y donaciones a sus campañas electorales, todo era poco para sus apetitos rapaces. Terminaron cuadrando los votos de los pequeños países del Caribe, entregándoles nuestro petróleo a pérdida, la élite socialista bolivariana de Latinoamérica, podía enriquecerse, mientras condenaba a la pobreza al pueblo venezolano.

Por encima del pueblo se encontraban los cuadros dirigentes del chavismo, los boliburgueses, los narcosoles, sus familias y sus sobrinos, se les permitió robar, enriquecerse, crear compañías de maletín para estafar al país, facturar sobreprecios, importar medicinas vencidas, dejar podrir la comida en los contenedores y dedicarse al tráfico protegidos con pasaportes diplomáticos.

Eso es lo que hemos visto, dejando a la imaginación la podredumbre oculta, de las cual son cómplices, José Vicente, Tibisay y sus inmorales rectoras del CNE, la Luisa Ortega, la amiga íntima de los pranes carcelarios, los Tarek, promotores del antisemitismo y del extremismo islámico, los jueces que han condenado injustamente a políticos, estudiantes, médicos, agricultores. Los pingüinos asalariados del tribunal supremo, la tía Cilia y una sarta de militares corruptos que son la vergüenza de nuestras Fuerzas Armadas.

Vivimos una pesadilla, no podemos confiar en el Gobierno, tenemos que cuidarnos de jueces, policías, guardias nacionales, de los militantes asalariados del PSUV, de sus milicias y sus colectivos, entrenados ahora por los terroristas que importa El Aissami. Todos de la misma calaña, la Venezuela chavista.

El 90 % de los venezolanos sabe que este Gobierno no sirve, por eso quiere cambiarlo. El país sabe que Maduro y sus 40 ladrones son unos cínicos, lo único que les importa es el control del poder. En el fondo tienen miedo, saben que se cierra el cerco, la ONU, la OEA, Europa, todo el mundo se pronuncia sobre el peligro en que se encuentra la democracia venezolana, perciben como el régimen intenta impedir el referendo revocatorio y han hablado claro, obstaculizarlo traerá consecuencias internacionales para el Gobierno.

Sabemos que existió una Venezuela distinta, de gente culta y letrada, que dejaban en alto el nombre del país. Una Venezuela que no era cursi, con ídolos de barros, corruptos y vulgares, como los países atrasados.

Ese país no tenía militares vendidos a La Habana, ningún ministro de la Defensa se hubiera atrevido a girar instrucciones para exigir a la tropa, fidelidad a comandantes eternos de pacotilla y someterse al culto a la personalidad de un traidor a la patria. Dejando de lado el respeto a la Constitución y la protección de la República.

Fue una época durante la cual venezolanos hacían aportes para la democracia y la paz en el continente, y en los campos de las ciencias y la cultura. Trasformado por los chavistas en un país que ocupa titulares por su apoyo a los regímenes más sanguinarios del planeta, por los escándalos de corrupción y de cuentas bancarias en paraísos fiscales y por el narcotráfico.

Los revolucionarios se han convertido en repartidores de bolsas, porque no son capaces de producir lo que el pueblo necesita. Su incapacidad la quieren ocultar detrás de una guerra imaginaria, la guerra de la habladera de paja, de los slogans pasados de moda y de una cursilería atroz. Su problema es que quedan en ridículo, evidentemente frente a ellos no hay nadie declarándoles la guerra, a excepción de los venezolanos hartos de lo que están viviendo y que añoran otras épocas que también conocieron.

Los “bolsas del Gobierno” como les pronosticó Istúriz, tendrán que rendir cuentas por la patria que destruyeron, María Gabriela, los Chávez y su testaferro Ramírez, Diosdado y Tarek con sus respectivos carteles, La tía Cilia con todos sus familiares enchufados, si quieren llegar a viejos oigan consejos, pongan sus barbas en remojo, el 1 de septiembre soplarán nuevos vientos, anuncian el momento indetenible de la recuperación de Venezuela.

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