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Las Iglesias latinoamericanas en los Estados Unidos están en la actualidad en oración permanente y de manera intensa por Venezuela, cuya población sufre los estragos de la terrible dictadura del dúo Maduro-Cabello. La tragedia en nuestro país no tiene precedente en la historia bicentenaria de la patria y ya muchas voces que estuvieron largamente apagadas de los líderes en el continente americano están comenzando a oírse. El clamor es al unísono: En Venezuela hay una atroz dictadura.
Verdaderamente es muy grato ese sentimiento de solidaridad y de amor por los venezolanos que viene de parte de muchos Pastores y Obispos en la región, quienes elevan día tras día sus oraciones en las Iglesias y templos. Ya en Latinoamérica la gente terminó por comprobar que, en efecto, Venezuela cayó en mala hora en las garras de una tiranía de corte castrocomunista.
El cielo de Venezuela está cubierto de cerradas nubes de tinieblas, maldad e inmoralidad, cinismo y deshonestidad que nacieron por la obra de la pandilla de malandros que gobiernan, demostrando haber llegado al poder con un único propósito: saquear de manera obscena al Tesoro nacional.
Magia negra y brujería de babalaos cubanos, importados por el difunto caudillo para la práctica del mal, lo cual oscureció la luz del sol de la verdad, seriedad, honestidad y espiritualidad. El nombre de Venezuela en el exterior se halla lamentablemente en el subsuelo como país para la vergüenza de los venezolanos.
Ya Nicolás Maduro hace unos días decretó la muerte de la democracia con esta tristemente frase dirigida a la sociedad civil: “No llegarán a Miraflores ni con votos ni con balas”, a sabiendas que el que juega con fuego se quema.
Tuve la maravillosa experiencia de participar en un servicio de oración por Venezuela llevado a cabo por dos pastores cristianos en Miami, Víctor Negrón- portorriqueño- y Carlos Letana -guatemalteco-, quienes pidieron vehemente al Señor Jesús, con lágrimas en los ojos, su intercesión por nuestro país. Nunca imaginé hallar a dos personas no venezolanas tan nobles y solidarias con nuestra desgracia como venezolanos. De hecho, a estas alturas, lo único que queda a mano es orar intensamente con fe al cielo, pidiendo la llegada de la luz que disipa las tinieblas y la maldad de los responsables que gobiernan y la Gracia Divina para guardar y proteger a los venezolanos y extranjeros que aman a nuestro país.