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Jacob Raak, un empresario estadounidense, puede contar que está con vida tras el atentado en la discoteca Reina de Estambul, en Turquía, en la madrugada del pasado 1 de enero.
A Raak le salvó la vida el teléfono móvil que llevaba consigo, o al menos hizo que sus heridas fuesen menos graves.
Él era una de las 600 personas que estaban en la discoteca Reina hasta el caos que se desató cuando un hombre armado con un fusil kaláshnikov abrió fuego y acabó con 39 personas
Raak recibió un disparo en una pierna pero la bala impactó contra su teléfono móvil, desviando la trayectoria. El proyectil, que entró cerca de la cadera, se detuvo cerca de su rodilla. El proyectil pudo haber provocado más daños pero el celular lo impidió.
En declaraciones a medios, el hombre contó que al iniciarse la balacera optó por quedarse tendido en el suelo, “sin hablar y sin moverse”, pero el pistolero apuntó a la gente que estaba en el piso y disparó a varios. “Cuando me disparó, no me moví”, señaló.
Según testigos, muchos de los presentes que lograron huir de las balas se lanzaron a las heladas aguas del Bósforo, sobre cuyas orillas se encuentra la discoteca.
El empresario estadounidense, luego de ser atendido en un hospital, consideró que se sentía como “la persona más afortunada de todas”.