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Es difícil generar un mensaje de esperanza para el próximo año, en medio de las dificultades que reinan en Venezuela y conocidas o padecidas por todos, independientemente de la posición económica, social y política. Todos nos hemos visto afectados, especialmente las clases más necesitadas y cada uno desde su posición, ha visto perjudicada su calidad de vida, su relación con los semejantes y ha “endurecido” su corazón con respecto al prójimo a quien ahora vemos como adversario y hasta enemigo y nos llenamos de malas noticias, pensamos lo más catastrófico y trágico y nos olvidamos de necesaria esperanza que es innata a nuestra condición de seres humanos.
La esperanza es una virtud teologal por la que aspiramos a algo mejor. El catecismo de la Iglesia católica insiste que este algo mejor es el reino de los cielos y nos exhorta a poner esa confianza en las promesas de Cristo (1817). Yo agregaría que la esperanza, como la necesitamos hoy, implica la lucha por algo mejor y la necesidad de traducir el reino de Dios en un poco más de felicidad en la tierra, así esté destruida y en las condiciones de las ciudades saqueadas como algunas que nos han quedado al cierre de este 2016. Esperanza es un sueño, pero debe traducirse en nuestra propia acción, como hombres y mujeres responsables de nuestro destino y del impacto que podemos causar en nuestros semejantes.
La esperanza debe estar en el corazón de todo hombre, sea de la creencia que sea y de cualquier partido o militancia política. La esperanza debe inspirar las actividades de los hombres y mujeres de bien. Nos protege del desaliento. Nos debe preservar del egoísmo y nos conduce a la dicha de la caridad. Cuando rezamos al Padrenuestro, hacemos como cristianos, un resumen de nuestra esperanza. Y que distinto sería el mundo, si todos luchamos y conseguimos lo que nos dice esa legendaria y sabia oración catolica.
Cada uno de nosotros estamos obligados a renovar en esta época de Navidad, el concepto interior de nuestra propia esperanza. No dejemos pasar estos días sin pensar en ello y asumamos el 2017 con la seguridad que nuestra esperanza inspirará las acciones de un cambio individual y colectivo. ¡Todos lo merecemos! Nos veremos en enero, listos para el combate por un mundo mejor.