Chávez
Seguimos insistiendo, debemos entender que la traba, la tranca, lo que hace imposible que el Gobierno entre al carril democrático es su temor certero de pagar por todo lo que “presuntamente” se le acusa en estos luengos 18 años.
Son muchos los casos que no han encontrado esclarecimiento desde los sucesos de abril 2002, los asesinatos de 2014, las incesantes denuncias de corrupción, malversación, despilfarro, vínculos con organizaciones terroristas, narcotráfico, entre otros. El Gobierno se juega el todo por el todo para continuar con su dominio institucional, por preservar el poder, es la única manera de inmunizarse ante todas estas denuncias.
El asunto es que el Socialismo del siglo XXI, como todos sus emparentamientos comunistoides a lo largo de la historia, ha sido un fracaso financiado, Chávez tuvo la inefable suerte de contar con el boom petrolero más alto y sostenido de la historia, inefable porque profundizó los padecimientos históricos de Venezuela, agregando otros nuevos. Bajo el ensayo y error, error y otra vez error la chequera petrolera permitía sufragar las consecuencias, estructuró una disque repartición de la renta petrolera a través de una pobreza financiada, explotada electoralmente.
Así pues, el juego está trancado, el Gobierno cerró todas las vías democráticas ¡Sabe que perderá todas las elecciones futuras! parece interesado en generar escenarios de violencia, porque ha salido triunfante en las veces anteriores, pero no ha calculado que ante la escasez de alimentos, medicinas e hiperinflación, esta vez el venezolano no puede retornar a sus hogares pues moriría de hambre.
Tras todo esto, la única manera de escaparnos de nuestro retroceso, de la poca calidad de vida y descomposición estructural país es quitarle el miedo al gobierno, hacerle ver que no pagarán por lo que han hecho, pactar una amnistía general que los absuelva de todos sus desmanes, liberar a todos los presos políticos, generar condiciones adecuadas para finalmente convocar elecciones generales, que sea el pueblo quien escoja sus nuevos gobernantes.
Lamentablemente, la Venezuela que padecemos, desorientada, sin identidad nacional, plagada de necesidades que evita ver más allá de la situación personal-familiar, víctima de un modelaje político nefasto, no parece tener más remedio que hacer borrón y cuenta nueva, pasar la página del episodio histórico más lúgubre de toda nuestra existencia, nuestro oscurantismo.