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Existen tres realidades importantes a analizar de cara al escenario venidero en Venezuela; La Asamblea Nacional, sus competencias y funciones. En segundo plano, el apoyo popular al Gobierno y a la oposición. En tercer lugar, las elecciones regionales y municipales.
Primer punto. El Gobierno tiene una gran desventaja, para poder contar con financiamientos internacionales el Parlamento nacional debe avalarlos, es decir, si la AN no los aprueba estos no pueden proceder. El Gobierno, a pesar de contar con un barril sobre 40 dólares, arguye no contar con recursos suficientes, el problema principal es la corrupción impune y el despilfarro: imagínese cuánto está gastando el Gobierno con el “Carnet de la Patria” para condicionar a los venezolanos, lo que con la simple cédula de identidad les corresponde por derecho.
Imagínese si los recursos desperdiciados en este inefable carnet se invirtieran en medicamentos, equipos para hospitales, activar la producción nacional, mejorar las infraestructuras de las universidades, entre un sinfín de necesidades sentidas más, eso es despilfarro en su máxima expresión; van 18 años en acciones como esa. Cualquier otro gobierno centrado en lo que Venezuela realmente es y necesita, estaría “brincando en una pata” celebrando un barril a 40 dólares, pero el actual no.
En segundo plano, la pérdida de apoyo popular. El Gobierno lleva la peor parte, Maduro está en 10 puntos de apoyo y cayendo. La oposición se encuentra mejor posicionada pero también pierde respaldo. Esto es porque mientras la diatriba política no cede los venezolanos ven desmejorar su paupérrima condición de vida.
En tercer lugar, las elecciones regionales y municipales. Su importancia radica en que ellas sí generarán cambio político grande, en impacto en la psiquis del venezolano, al desmembrar un Estado Leviatán manufacturado por el PSUV, al quitarle el manejo discrecional de todos esos recursos que usa proselitista y electoralmente. Aquí el Gobierno tiene todas las de perder; si las celebra pierde, si no las celebra pierde mucho más, sobre todo internacionalmente.
En este frenesí de arbitrariedades e inconexión social tanto el Gobierno como la oposición son insostenibles, están sentados en una olla de presión que al estallar pulverizará a ambos. El escenario vislumbrado es que el Gobierno y la oposición pactarán, llegarán a acuerdos porque no tienen más opciones, el asunto es saber cuáles serán. He ahí el dilema.