Johan
Con llagas en los pies y hambriento. Así llegó Yoswal Pereira Ibarra, de 12 años, a la casa de su abuela en el barrio Brisas del Morichal, al oeste de la ciudad, luego de casi dos meses de ausencia. Aunque los tíos sabían que su sobrino estaba bajo el cuidado de su abuela paterna, Nubia Ortiz, jamás imaginaron el horror que el adolescente tuvo que soportar.
Jhoselyn Ibarra, tía de los menores, le contó a La Verdad la impresión que vivió el pasado sábado cuando apareció Yorwal. “Llegó llorando y preguntando por su madre -Ana Mabel Ibarra-, pero cuando Johan -uno de sus tíos- le confesó que ella se había ido hace casi dos meses y los había abandonado, le dio una crisis de llanto y no lo podíamos calmar”.
Pasadas las 3.00 de la tarde y luego de caminar por la trilla de arena que conduce a la casa de sus hermanos, Yorwal al fin llegó a su hogar. Desesperado por agua y un poco de comida, le contó a su familia lo que su abuela le hizo durante su estadía con ella. Luego de más de dos horas de llanto, por fin pudo calmarse, fue entonces cuando reveló que Nubia Ortiz lo maltrataba físicamente, lo obligaba a trabajar y además le exigía que lavara su ropa y la de su marido.
“Ella me llevaba todos los días para Mercamara a las 3.00 de la mañana y me ponía a vender bolsas hasta las 3.00 de la tarde. Tenía que caminar hasta que vendiera por lo menos tres paquetes porque si no me pegaba”. Con sus piernas llenas de llagas en carne viva y su mirada encajada, el adolescente le contó a este rotativo: “Ella me daba de desayuno dos panes salados con chicha de maíz y después me decía: ‘Andá, vendé las bolsas pues’, eran a 400, pero yo las vendía a 600 bolívares, pero en la tarde ella me quitaba todos los cobres. Cuando llegábamos a la casa me ponía a lavar y a limpiar hasta la noche”.
Dormir en el piso era lo de menos para el adolescente, que durante dos meses ansió como nunca que su madre lo rescatara de aquel horror. Caminaba a diario más de 10 horas para cumplir con lo exigido, por eso la exposición al agua sucia le provocó las llagas. “Yo trabajaba de cotizas, y como vendía las bolsas en el pasillo de los pescados, toda el agua sucia se me metía en los pies”.
Trabajo duro
El segundo de los hermanos Ibarra informó que su abuela tiene un puesto de chucherías y bolsas en el mercado de mayoristas, ubicado en los límites de la Zona Industrial del municipio San Francisco, al igual que el hombre con quien comparte la vida, alias “Arrollo”. Yorwal se fue con su abuela una semana antes de que su madre los abandonara. “Yo me fui con ella porque me dijo que la ayudara, pero ella se sentaba en la mesita a vender y a mí me ponía a caminar”. Aunque confiesa que nunca pasó hambre, asegura que la exigencia de la mujer era que debía hacer los oficios de la casa “rápido”, bajo la amenaza del maltrato físico. “A ella le gustaba pegarme, si yo no me apuraba en lavar la ropa o limpiando, me pegaba con la correa o me daba cachetadas”.
Yoswal llegó a suplicarle a su abuela que lo trajera de vuelta para su casa, pero la mujer se negaba sin darle explicaciones. El pasado sábado ambos se cansaron. Al llegar del mercado, la mujer le exigió al adolescente que lavara la ropa sucia de ella y de su marido, pero el muchacho se negó y se acostó en el piso. La actitud detonó la furia de la abuela, quien luego de pegarle le dijo que se fuera. “Me dio 400 bolívares para los pasajes y yo me vine, pero en La Curva tuve que pedir porque los cobres se me acabaron, un señor me completó y me vine solo para acá”.
El adolescente espera comenzar nuevamente sus estudios. Joselyn Ibarra, su tía, informó que hoy todos los niños serán inscritos de nuevo en el colegio y que por el momento están buscando asesoría para denunciar a la abuela del niño por abuso al menor. Yoswal confesó que estudiar le gusta más que trabajar. “Voy a estudiar mucho porque yo quiero ser ingeniero”.
Una trágica noticia
El abandono de su madre provoca sufrimiento en Yoswal. “No sé porqué se fue, nosotros no éramos malos con ella, mis hermanos no merecen eso. Yo sabía que mi padre no iba a regresar porque hace días mi abuela lo llamó para Colombia, yo hablé con él y me dijo: ‘Yo no voy más para allá porque aquí estoy trabajando y tengo otra familia, más nunca me verán la cara'”.