Sobre “Estrategia de la derrota”

La verdadera historia empezó con los positivistas y alcanza hoy, con una generación de historiadores nacidos en la década de 1930 a 1940, madurez y veracidad punzantes

Revisar la historia es renovación indispensable.Juan Liscano

Le debo al buen amigo y escritor Norberto Olivar una reseña generosa sobre mi mas reciente libro: Estrategia de la derrota (Universidad Católica Cecilio Acosta, 2016). En un país donde producir libros es un acontecimiento extraño porque la cultura está abatida y las universidades maniatadas a un nivel de comportamiento vegetativo; publicar en condiciones adversas es un acto de fe y resistencia. Estrategia de la derrota es la continuación de Banderas del rey (2006): un intento de comprender nuestra Independencia (político-militar) desde la versión de los realistas en Venezuela. 

Como bien dice Norberto Olivar la palabra es el sustituto de la realidad; y es por ello que la historia escrita termina siendo una forma de literatura. Otro buen amigo: José Ramón Álvarez González (Pipo), reconocido lingüista, se sorprendió recientemente de que el “cuento”: Venezuela heroica (1881) de Eduardo Blanco (1838-1912) sea una impostura. Vallenilla Lanz (1870-1936) define nuestra independencia como una “matazón” (200 mil fallecidos sobre una población de un millón de habitantes) y la causa de por qué el “bravo pueblo” fue apenas una comparsa, en realidad carne de cañón. 

La independencia de Venezuela fue un conflicto estrictamente llevado a cabo por la élite blanca de ese entonces. Es más, sin que por ello sostengamos la inevitabilidad del triunfo republicano, la “estrategia de la derrota” metropolitana y de Morillo con sus veteranos a cuestas, fue la de no de entender la sociología del momento. Morillo vino a combatir a Boves, y no a Bolívar, en el año 1815, porque este acaudilló toda una rebelión auténticamente popular aunque desde el caos, el odio y la venganza. 

Juan Liscano (1915-2001) es categórico en esto de mirar cara a cara a la verdad en un tema interesadamente mitologizado como lo ha sido el de nuestra Independencia Nacional: “La verdadera historia de Venezuela, desde la Independencia, no es la que se aprende en las escuelas, ni la que ofrece la iconografía pictórica oficial, ni la que propugna el culto bolivariano ni la que canta Venezuela heroica, de Eduardo Blanco, ni la que usa hasta el cansancio la oratoria política demagógica y moralista. La verdadera historia empezó con los positivistas y alcanza hoy, con una generación de historiadores nacidos en la década de 1930 a 1940, madurez y veracidad punzantes”. (Pensar a Venezuela, 1995). 

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