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Las tensas y atropelladas sesiones de esta semana en la Organización de los Estados Americanos (OEA) evidencian que los países del Caribe son la clave para los futuros pasos del organismo en la crisis política y social de Venezuela.
La OEA adoptó el lunes su resolución más dura con el Gobierno de Nicolás Maduro al declarar que en Venezuela hay una “grave alteración inconstitucional del orden democrático”, pero lo hizo en una de las sesiones más turbulentas que se recuerdan.
En esa reunión y en la del miércoles, también convulsa, quedaron retratados los dos bloques enfrentados en la OEA: Venezuela, Bolivia y Nicaragua, por un lado, y un grupo de 14 países liderados por Estados Unidos, Canadá, México y Perú.
En medio de estos dos bandos están los 14 Estados de la OEA que pertenecen a la Comunidad del Caribe (Caricom), ocho de los cuales han apoyado, o al menos no han obstaculizado, algunas de las iniciativas del grupo de los que quieren presionar al Gobierno de Maduro.
Venezuela solía contar con el apoyo en bloque de los países caribeños que durante más de una década se han beneficiado de su petróleo subvencionado a través de Petrocaribe, una alianza “que está ahora en soporte vital”, indicó a EFE Michael Shifter, presidente del centro de estudios Diálogo Interamericano.
En ese bloque ha ido habiendo fisuras que, sumadas a los cambios de Gobierno en Brasil, Argentina y Perú, han dejado a Venezuela sin la hegemonía que ostentaba en la OEA y, como se ha encargado de recordar estos días EEUU, “cada vez más aislada en la región”.
Ecuador, que sigue siendo aliado de Venezuela, ha mantenido una notable discreción en las agitadas últimas sesiones en la OEA, algo que fuentes diplomáticas consultadas por EFE atribuyen a las elecciones del pasado domingo, en las que ganó el oficialismo.
Y cuatro países que solían alinearse con Venezuela prefirieron la ambigüedad de la abstención en la sesión del lunes: El Salvador, República Dominicana (que no pertenece al Caricom), Belice y Bahamas.
Cualquiera de estos cuatro países pudo evitar, declarándose en contra, que la resolución del lunes se adoptara “por consenso”, uno de los sistemas de toma de decisiones de la OEA para el cual solo se necesita que haya 18 países en la sala y que nadie se oponga.
Estas naciones no se opusieron, es decir, no forzaron que el texto se sometiera a una votación en la que, para aprobarse, habría requerido 18 síes, la mayoría simple de los 35 Estados miembros.
Pero tampoco lo apoyaron: una muestra de los equilibrismos diplomáticos a los que están recurriendo algunos países que reciben presiones de ambos bloques enfrentados para posicionarse de su lado en el pulso sobre Venezuela en la OEA.