Calatina
Por su personalidad atraen a su agresor, pero es esta misma la que las ayuda a superar los miedos, la culpa y la depresión postraumática luego de un abuso sexual. Los cuerpos de seguridad y los tribunales las estigmatizan al denunciar y las revictimizan cuando su agresor no recibe condena. Una estudiante de Comunicación Social y otra de Medicina relatan sus luchas internas después del ultraje. Olvidar no se logra, pero el ataque se supera.
Lorena López (19), nombre ficticio, estudia Comunicación Social y camina por la calle con temor desde hace ocho meses. Recuerda con precisión cuando un delincuente se le acercó y la amenazó con un arma de fuego. La obligó a montarse en su vehículo para violarla. Después de aquella “lamentable experiencia” renunció a su vida.
La joven agradece a su familia y a sus amigos por el apoyo. Un matrimonio amigo la recibió en su casa luego del ultraje, le dieron fortaleza para contarle a sus padres y todos la acompañaron a denunciar, a la medicatura forense y al momento cuando le tocó reconocer a su agresor en una sede policial.
La fortalece la lucha judicial contra su agresor. No quiere que haga más daño. Estuvo en terapia psicológica cuatro meses, después de muchas conversaciones y terapia entendió que debe poner de su parte y que es de ella la decisión de dejar que el trauma la arrope o seguir con sus actividades.
La frialdad
Indeleble quedó el 27 de septiembre de 2016 en la mente de Carmen Torres (24), nombre ficticio, de la cursante de Medicina. Su mundo se paralizó a las 5.30 de la tarde de ese día. Un delincuente la ultrajó mientras otros desconocidos lo miraban. A ninguno los conocía, la abordaron por sorpresa, la amenazaron y la ultrajaron.
El trauma provocó que suspendiera por un tiempo sus estudios “porque no lograba concentrarse y sentía como perdía el interés por todo”.
La insensibilidad se adueñó de su personalidad luego que la sometieran a tratamiento ginecológico por VIH y VPH. Su cambio fue tan radica que el psicólogo la remitió a un psiquiatra. Estuvo en terapia por cuatro meses. Admite que la terapia con especialistas sí ayuda, pero queda en cada una de las víctimas seguir su rumbo y retomar sus actividades.
Carmen trata de llevar su vida con normalidad, retomó las clases. En las calles asegura que no siente miedo a menos que algún recuerdo la ataque de repente. Agrega que lo que realmente le preocupa es que su agresor salga de los calabozos y que no encuentren a sus cómplices.
Herida social
Calatina Labarca, psicóloga y socióloga, explica que posterior a la agresión sexual, la víctima sufre otro ataque. La sociedad les hace creer o pensar que tienen gran parte de la culpa del ultraje, la situación se repite en los interrogatorios policiales cuando la cuestionan: ¿dónde estabas?, ¿qué hacías?, ¿por qué no te dejaste? Inconscientemente asumen la culpa por lo sucedido. “Allí se genera una “herida moral- social” una vez que las personas las juzgan casi que como culpables”.
La especialista asegura que aunado a eso cargan con las secuelas del acto. Todo varía según el agresor. Detalla que en la mayoría de los casos quienes sufren abusos sexuales, el violador es un miembro cercano, “tan cercano como un padre”, para esas personas las secuelas son a largo plazo.
“Quienes sufren ataques por alguien completamente desconocido, sin duda, también les afecta, pero allí entra en función la fortaleza personal. Con decisión, apoyo familiar y terapia con un profesional pueden salir de la crisis en poco tiempo”.