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Como demócrata, concibo, que la labor del militar, más que necesaria para resguardar la soberanía de cualquier nación, república o país nacional, es garante del respeto al ciudadano, sus derechos y la representación de honor y orgullo para el pueblo que le afecta o corresponde. Por esa razón el Estado o Gobierno que es el gerente impuesto por el Soberano o pueblo que por necesidad y derecho le elige, tiene la obligación de mantenerle con la dignidad que se merece. Y no con la esperanza de ser apoyado al momento de comportarse irracionalmente y derivado de pretensiones de poder tiránico.
La gerencia de un país debe ser manejada por la parte civil ciudadana, pues la jerarquía del comandante militar es absoluta, y ese patrón no se soslaya, en el caso que por algún motivo éste ascienda al poder. En la mayoría de los casos su voluntad va a conservar y no reservar su espíritu déspota. Por supuesto habrá excepciones, las cuales la evidencia, las determina como "muy escasas". No obstante, "incondicionalmente", por su virtud el militar se merece privilegios. Y muchos. Sus deberes son claros, residen en las constituciones y deben respetarse, acatarse y cumplirse; su actuación en la política debe ser imparcial y completamente neutral. Bolívar decía: "Maldito el Soldado que vuelva las armas de la República contra su pueblo".
Se debe considerar traición, más que a la patria, al pueblo y a la Constitución, la sumisión de cuadros militares y milicianos que desobedecen el verdadero espíritu que les atañe como garantes de las soberanías de sus naciones, máxime cuando se convierten en una suerte de obediencia fanática, derivada de las interrelaciones de indulgencias, tráfico de influencias y compromisos. Además, por parcializarse políticamente con la tolda de la línea de mando por anuencia más que por deber o por ser subalterno al jefe de Gobierno. Y peor aún, cuando por esta línea de mando y para incrementar su poder económico, ejercen las más despiadadas de las actividades, trayendo como consecuencia poner en funcionamiento la mano represiva del Gobierno en contra de cualquier disidencia o protesta. Esto sucede, principalmente, cuando sus cargos se encuentran en peligro de desaparecer. En otras palabras, se convierten en la mano que hace el trabajo sucio.