
Carlos
Quienes caminan por la ciudad observan como las personas con discapacidad visual se mueven por las calles siguiendo su instinto y con un bastón que los guía hacia donde van. Pero detrás de esas imágenes existen historias y situaciones que solo ellos pueden contar en primera persona.
“Hace 70 años nací en Maracaibo y creo que jamás me arrepentiré. Tengo a mi esposa, cinco hijos y varios nietos, pero en mi casa solo vive ella, mi hija, uno de mis nietos y yo. Voy a cumplir 44 años de haberme graduado como odontólogo en LUZ y no hay un día en el que no extrañe atender a mis pacientes o darle una mano a quien la necesitaba.
Esta etapa de la vida comenzó hace cinco años cuando hacía una reparación en la cocina y me agaché. Inmediatamente al levantarme, se enrojeció mi visión y me llamó la atención, por lo que fui hasta la clínica, donde aseguraron que unos vasos de la retina se habían roto y sangraba, pero todo empeoró cuando el diagnóstico reveló que sufría de glaucoma.
El ojo derecho fue el primero que se echó a perder y la sangre acumulada no me permitía ver. La diabetes que padezco desde hace 30 años complicó todo aún más y tras un proceso medio lento lograron operarme, pero nunca vi un cambio, por lo que perdí la visión del lado derecho por completo. Después de pasar por ese duro golpe, la visión del ojo izquierdo comenzó a ponerse opaca y también me operaron.
Sin luz
Durante ocho meses vi de un solo ojo, aunque las cosas parecían amarillas, pero desde hace casi un año esas sensaciones y los bultos que notaba dejaron de aparecer y poco a poco la luz se fue apagando. Mi familia siempre me ha apoyado y dice que me admira porque no me eché a morir.
Cada día tengo nuevos retos y desde las 3.00 de la mañana estoy despierto, practico en la computadora, desayuno, camino y agarro el bus para ir hasta donde sea. El cambio fue muy difícil y radical porque no estaba acostumbrando y poco a poco empecé a andar solo. Varias veces me caí y la gente hasta me pasó por encima, por lo que todo el tiempo tengo el bastón para evitar que eso ocurra y no me atrevo a caminar sin él.
Poco a poco aprendí a escribir en el braille, que es un sistema de lectura y escritura táctil pensado para personas invidentes, pero me costó mucho. Después de viejo fue como comenzar de cero y todas las actividades deportivas que hacía en el Ejército quedaron solo en el recuerdo y las extraño como nada porque ahora lo único que puedo hacer es caminar en el estacionamiento de mi edificio y cuando salgo a la calle.
Afrontando la realidad
Lo más difícil es aceptar que estoy ciego. Me estresa mucho montarme en los buses y a veces toca irme de banderita porque la gente no quiere ceder su silla, algunos insultan, otros nos agreden físicamente y algunas unidades de transporte no quieren pararnos. Cuando dijeron que tenía desprendimiento de retina en ambos ojos y no vería más, me deprimí, pero tuve que aceptarlo porque no puedo dejar que mi vida se vaya por un barranco.
En muchas ocasiones no tengo quien me acompañe y prefiero estar en la calle porque la rutina me agobia. Por nuestra mente pasa conseguirnos personas buenas en la calle y las tratamos de reconocer por sus voces, manera de agarrarnos o cómo dicen las cosas, pero tenemos malicia y sabemos que hay personas con malas intenciones.
Algunos se ríen en vez de ayudarnos y la falta de cultura e infraestructura en la ciudad muchas veces nos termina por condenar. Nos ven como si fuésemos algo extraño y muchos nos dejan solos. A veces me siento mal porque creo que estoy sobrando, pero hasta ahora lo único que no he podido hacer es cocinar porque me aterra. Unos días estoy normal, pero nunca como antes.
Palpando Venezuela
Una pequeña finca y dos pensiones mantienen mi hogar, pero vivimos como los demás porque la situación apremia. Aún sueño con todo lo que podía hacer antes y no es fácil ser ciego porque vivimos a merced de que alguien nos ayude. Nuestros ojos son las manos y desde que llegué a la Asociación Zuliana de Ciegos entendí que podemos retomar nuestras vidas y salir adelante.
Allí me recibieron con los brazos abiertos y son mis amigos. Llegué sin saber nada, me enseñaron movilidad con el bastón y computación, pero lo más importante es que me dieron luces y me demostraron que las barreras no la colocamos nosotros como personas con discapacidad visual, sino la sociedad que muchas veces nos limita sin saber lo que somos capaz de dar”.