Torpemente,
Lo peor que puede ocurrirle a Venezuela es que sus demócratas se conviertan en abstencionistas, pues serían cómplices de lo que critican. Hasta el sol de hoy las condiciones electorales son iguales a las parlamentarias de 2015, donde a pesar de la burda utilización de los recursos del Estado y de la parcialización de las instituciones públicas a favor del PSUV, así como de las ilegales limitaciones a las campañas electorales de la MUD, la oposición obtuvo el triunfo electoral más significativo de estos 18 años de chavismo ilimitado.
En los procesos electorales regionales y municipales donde la participación de los votantes ha sido igual o superior al 60 % la oposición se ha alzado triunfante, cuando ha ganado el chavismo la abstención marca la pauta. Como lo confesara Jorge Giordani, la inescrupulosa utilización de los recursos públicos a favor de candidatos gubernamentales, además de las amenazas y chantajes, le permite al chavismo movilizar su electorado cautivo, de esta manera ha logrado alzarse con gobernaciones y alcaldías.
Las primarias son esenciales por dos razones fundamentales: en primer lugar, permite la medición más legítima de aceptación o rechazo de aquellos líderes políticos sean consagrados o no. En segundo lugar, permite al pueblo escoger sus propios candidatos. Estos dos factores oxigenan la democracia y la hacen menos propensas al despotismo inspirado desde cúpulas partidistas.
Torpemente, el Gobierno inhabilitando a figuras opositoras con mayores oportunidades de triunfo electoral está obligando a la oposición a refrescarse, y continúa hundiéndose cada vez más ante el politizado manejo del sistema judicial del país. El Gobierno ante la falta de probidad y olfato de calle no lo deja percibir que en la actual coyuntura histórica, el venezolano no está detrás de líderes políticos determinados sino de la posibilidad de cambio. Salvo excepciones, sea quien sea el candidato opositor en las regiones capitalizará la mayor intención de voto.
Las primarias son determinantes, otra oportunidad que tiene el pueblo para reclamar su democracia, que contrario a lo que muchos creen, esa gesta no depende de sus políticos sino de la convicción del pueblo de luchar por ella. No en vano se afirma “la democracia es el Gobierno del pueblo para el pueblo”; cuando el venezolano comprenda que los gobernantes son solo empleados públicos, no comandantes ni líderes supremos ni primitivismos como estos, Venezuela cambiará.