La indigencia evapora los sueños en un camino de miedo 

Quienes viven en la calle, lidian con las amenazas y el rechazo de la sociedad. Con hambre, temor, incertidumbre y dolor deambulan por las calles. La basura, el olvido y la indiferencia ocultan historias diluidas en anís o por designios de la vida  

Son las 6.30 de la mañana y el sol irradia con fuerza en Maracaibo. Los ciudadanos se movilizan a su lugar de trabajo o estudio, hacen diligencias, compras y ejercicios. En la avenida principal de Bella Vista, cerca de Corpozulia, yace sobre un basurero a cielo abierto Juan Pablo. Allí pasó la noche y amaneció. Su almohada fue una bolsa con papeles sanitarios usados y se acobijó con un pedazo de cartón. 

Los transeúntes no lo despabilaron, el hambre sí. Recoge sus macundales, se amarra el short curtido, que no se cambia, con un pedazo de cabuya y trata de quitarse las lagañas. Luego de caminar varios metros con un par de medias rotas en sus pies sobre el pavimento que “hierve”, reposa en el estacionamiento de una entidad bancaria. Son las 8.00 de la mañana y el último bocado de comida fue el día anterior a la 1.00 de la tarde. 

Juan tiene 22 años. Estudió hasta quinto año, habla poco de su familia y trabajó en un automercado asiático en el que asegura, lo maltrataron física y verbalmente. Su aspecto se caracteriza por una barba poblada y desarreglada con migajas de comida. Cabello cobrizo corto, maltratado y sucio, con tendencia a la calvicie. En su cuello tiene trapos multicolores que improvisan una bufanda y su torso está desnudo. En sus manos lleva guantes, medias rotas; ligas en los brazos y una pantaloneta marrón con agujeros que, por parajes, dejan ver su ropa interior y partes íntimas.   

Sobreviviendo con miedo 

El “Loco”, como le dicen algunos vecinos de Bella Vista, 5 de Julio y Santa Rita, vive con el temor de sufrir golpizas, recibir improperios e incluso encontrarse con la muerte, de acuerdo al relato que balbucea mientras agacha la cabeza. Su mirada es melancólica y se pierde en el horizonte. Los sueños que tenía de trabajar como mecánico, tener una familia y un hogar cálido, fueron borrados por las decisiones que tomó en su vida. Abandonó los estudios porque se aburrió y cambio la casa por la calle en busca de algo mejor.

A las 12.00 del mediodía, sentado en el bahareque de un popular restaurante colombiano de la ciudad, vio cuando un extraño caminaba rumbo al trabajo con una vianda negra. Lo detalló, pasó la lengua por sus labios y miró al cielo como pidiendo un milagro. Sin mediar palabras, el desconocido se acercó y preguntó si quería albóndigas, ensalada y maduro horneado. La única petición fue que buscara un plato para vaciar su almuerzo en él. Juan de inmediato se levantó, removió un basurero y consiguió una taza blanca con grasa pegada que sería su vajilla. 

El envase fue rechazado y el joven cedió su comida al indigente que comenzó a devorarla con otro semblante. En plena faena, un vigilante interrumpió el momento de gloria y lo corrió del lugar. Le lanzó sus objetos al piso y comenzó a maldecirlo mientras Juan suplicaba por su vida. Enardecido, el celador sacó una navaja, lo arrinconó y amenazó con apuñalarlo si continuaba visitando el lugar y revisando las bolsas de basura. 

Tras el percance, comió con más rapidez y entregó los utensilios al trabajador que le regaló sus alimentos. Temblaba de miedo. Intentó subir su pantalón, tarea en la que fracasó al ser el doble de grande de su talla, recogió el desastre que dejó su victimario y emprendió el camino en busca de agua. Juan no pide dinero, deambula por las calles marabinas sin un propósito y en reiteradas ocasiones con gusanos en su piel debido a heridas sin tratar. No es un hombre parlanchín y situaciones similares se multiplican en las calles, que sirven de fachada para ocultar historias que se diluyeron en anís o reposan bajo el sol, mientras la indigencia evapora los sueños y el miedo alimenta el dolor. 

10,7 por ciento de la población venezolana en 2014 se encontraba en condiciones de calle según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).

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