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La historia es el olvido. Relatos desde una amnesia colectiva que solo el poder es capaz de rescatar algo, solo algo. El mito y la fábula son más poderosos. Si esto es así, la historia es una variante de la literatura que se ufana de una consistencia científica que en realidad carece. Me acabo de topar con esta cita imperdible de Carlos Fuentes: “La historia es ficción, la realidad es apócrifa, el Nuevo Testamento fue escrito por Julio Verne”. Solo bastaría agregar, para completar todo un curso de Teoría y Metodología de la Historia, que la historia es el historiador.
Las versiones al uso sobre la Independencia Hispanoamericana (1750-1830) tienen a dos súper héroes: Bolívar y San Martín, acompañados por una “Liga de la Justicia” a los cuales han hecho llamar: los próceres. Bolívar fue El Libertador; y San Martín, El Protector. Esta manía por apodar y sobredimensionar las muy limitadas capacidades humanas se sigue manteniendo hasta el presente. A Chávez, un militar con apenas luces, se le dice “Galáctico” o “Comandante”; y a la muy aguerrida María Corina Machado, ya veo que le colocan algo así como “La Dama de Oro”.
Así tenemos que el catalizador “social” de todo el proceso emancipador hispanoamericano fue Napoleón Bonaparte, como derivación de la Revolución Francesa iniciada en 1789 y que llevó a la guillotina al monarca Luis XVI. Esta perspectiva es más justa y centrada que la dominante al uso que nos habla de un descontento generalizado de una población colonial privada de sus derechos y con ansias de libertad hacia un modelo de sociedad abierta republicano.
En realidad los tres siglos coloniales fueron autárquicos. El inmenso océano, la rusticidad de los transportes de navegación y terrestres así como la inmensidad de la geografía americana hicieron de España una Metrópoli prácticamente ausente de América. Es por ello que la verdadera dominación derivó de los descendientes de los primeros colonizadores, los llamados blancos criollos, paradójicamente, al final, los artífices de la misma Independencia.
Así tenemos que la historia es un proceso multilineal muy complejo, donde sus muchas partes, se imbrican de una forma caótica, proclive a una confusión feroz. Por eso la historia son las historias y solo la pericia y sensatez nos pueden ayudar a obtener una comprensión más serena y plural, más amplia y justa, aunque siempre imperfecta.