¡No
La historia intercultural del mundo está signada por hechos que han impactado la mentalidad y espíritu de las épocas vividas en otrora. La misma ha trascendido hasta nuestras épocas mediante la información documentada o codificada por cronistas e historiadores contemporáneos a los sucesos. Aun cuando la historia se ha escrito con un protagonismo enfocado en personajes de las esferas más influyentes y sus hechos relevantes, la misma ha sido plasmada con el propósito de interpretar, denunciar, criticar positiva o negativamente las consecuencias de los actos de sus protagonistas, para mostrar al mundo el infortunio y la prosperidad que han generado.
Para desgracia de los pueblos, esos que han padecido gobiernos totalitarios, tiránicos o déspotas, los gobernantes o líderes que han asumido el rol de mandatarios han padecido –comúnmente– de patrones de conducta egocéntricas y narcisistas, en el mejor de los casos conductas díscolas e irreverentes a patrones éticos y morales constituidos, que derivan del poco apego a cumplirles considerándolas limitativas a sus pretensiones, deseos y aspiraciones respecto a mantener el poder; por lo cual, le tergiversan, modifican, derogan o sustituyen en pro de caprichos, y beneficios propios de nepotismo, adláteres y cancerberos.
La historia no los absolverá –como lo espetó Fidel Castro en 1953 en el marco de un juicio legítimo incoado en su contra, diferente a los sumarios que él solía hacer contra sus opositores– al contrario, pasarán a ser los tristemente célebres y no los virtuosos de la historia, como Solón, Salomón, Bolívar, Gandhi, Mandela. etc.
La mayoría de los déspotas –no mediterráneo antiguo- han tenido una juventud plagada de frustraciones, derivado del ambiente donde se desarrollaron y pasaron parte de sus etapas de crecimiento, (como Calígula, Stalin, Hitler), quienes no fueron su excepción como tampoco fueron los Castro y Chávez; caso que sus resentimientos lo expresaban incluso por los medios, haciendo alarde como medio catártico, (ejemplo Chávez en Aló Presidente) donde sus frustraciones se las transmitía al pueblo, instigando odio contra el opositor.
¡No Nicolás, puede ser que el pueblo no te ame, pero no te odia! Está frustrado porque hiciste caso a la errada ideología –déspota estalinista–de miseria de los Castro contra el pueblo y porque rechazan tomar la venganza como justicia.