Hoy
Desconocimiento, manipulación, o negar la realidad, son algunas posibles causas para que conocidos los resultados de las elecciones del pasado 10 de diciembre haya quienes se sorprendieran. Los resultados electorales más recientes son una expresión clara de la paradoja que vive actualmente el país en el plano político, la misma consiste en una clara mayoría que quiere un cambio de gobierno, pero que por otro lado no visualiza alternativas con las cuales se identifique.
Lo anterior es corroborado por las encuestas, como por ejemplo la de Venebarómetro. Hay dos datos según estas que son suficientes para mostrar este punto. El primero de ellos es que la suma de las simpatías por los partidos de la MUD es menor al apoyo que tiene el PSUV, es decir como partido político este último es la principal fuerza política. Lo segundo, es que ante la pregunta sobre por quién votaría si hubiesen elecciones presidenciales ganaría Maduro (28,6%), pues su principal contendiente sería Leopoldo López (18%). Estos datos pueden sorprender, pero son reales.
Ante este escenario no cabe duda que urgen nuevas figuras que encaren el reto de aglutinar el descontento mayoritario que hay contra el Gobierno y lo transformen en una opción de cambio. Es por ello que no es casualidad que en días recientes haya vuelto a sonar el nombre de Lorenzo Mendoza, incluso de boca de algunos políticos tradicionales, que sin duda buscan arrimarse a buen árbol.
Hoy urgen decenas de hombres y mujeres con visiones modernas de la función pública, honestos y con capacidades profesionales para enfrentar múltiples retos que deberá asumir el país. Sin duda estas personas se encuentran entre los propios venezolanos, no se trata de otro tipo de “salvadores” que vendrán desde el extranjero a dar fórmulas mágicas.
Pero el reto que todos estos hombres y mujeres tienen es doble. Por un lado está el primer paso de atreverse a salir del anonimato de la vida privada y dar el paso al frente para involucrarse con el qué hacer de lo público. El segundo, y quizás más difícil aún, es abrirse paso entre las estructuras partidistas de la llamada oposición cuyos intereses, y en algunos casos complicidades, pueden ser un freno para la construcción de nuevas opciones políticas.
El mapa pintado de rojo que muchos vieron con estupor en días pasados puede interpretarse como una oportunidad de reconstrucción desde las bases mismas de quienes quieren un cambio. Tarea nada fácil de unos y otros pues implica por un lado desprendimiento y por otros asumir grandes responsabilidades.