Maduro
La crisis humanitaria por la que pasa la familia venezolana es inocultable. Evadirla, mediante sermones, excusas, engaños, la retórica mendaz y la represión, no quita el hambre ni cura enfermos. Nadie cree, que la Asamblea Nacional Constituyente (ANC), es la solución. La población la ve como la madre de todas las trampas que se hayan impuesto contra el país y la democracia.
La Asamblea Nacional Constituyente ya luce como un aparato más de la represión y la exclusión. Con ella humilla y se burla del gentilicio venezolano. Así no se construye paz ni se atrae prosperidad. Señala que sus adversarios quieren la guerra y coloca a la ANC como el único paliativo para lograr la paz, sin solucionar las causas que derriban el muro de contención que hasta ahora detiene el estallido social.
Maduro parece desconocer que el hambre y la miseria son malas consejeras. Ignora que éstas provocan el caos, que empujan al pueblo hacia protestas y sediciones. Hay muertos, hay heridos, hay presos políticos, hay violaciones de derechos humanos. Al no existir libertades, no hay fuerzas más poderosas y liberadoras, que la lucha democrática y el diálogo auténtico
A Nicolás Maduro, como infractor de la Constitución Nacional y desafiante del derecho internacional, se le viene el mundo encima. Ahora mina al diálogo, cuando él, como parte del conflicto está obligado a sostener, autenticar, firmar y garantizar el cumplimiento de los acuerdos y las negociaciones. Y no se trata de presión, es un asunto de civilización. La Organización de Naciones Unidas (ONU), la Oganización de Estados Americanos (OEA), la Comunidad Europea, el Vaticano, las naciones de todos los continentes y los venezolanos como víctimas, le exigen respeto para los DDHH y volver al hilo constitucional.
Las actuaciones de estos organismos y mandatarios están bien documentadas. Tienen evidencias de todo lo que sucede en el país y de los ilegales senderos por donde transita la autodenominada revolución chavista-socialista. La Asamblea Nacional Constituyente no hace ni hará milagros. Y Maduro menos. El milagro está en la imparcialidad política, en la unidad y esfuerzo creador de la nación. La población no quiere limosnas. Quiere trabajar, para que jamás la escasez y la inflación la lleve a sentir las puñaladas del hambre y la miseria.