“Patas arriba”

Los personeros del Gobierno no se inmutan; sus discursos reflejan la impudencia, la obscenidad descarada y una total falta de vergüenza. Así vemos al ministro de Educación, congratulándose que los estudiantes aprendan a hacer urnas

La expresión coloquial es perfecta, para explicar la situación en que se encuentra Venezuela. Consecuencia del método que define la revolución bolivariana: La distorsión de la realidad. El chavismo, desde su inicio, comenzó con una falsa gesta carente de héroes, intentó llegar al poder por medio de un golpe de Estado, teatralizó su fracaso, transformó en héroes ancestros aventureros, acudió a ritos y brujerías y terminó alucinando con Bolívar, hasta que lo profanó, buscando imitar a Fidel Castro, terminó creando un ídolo con pies de barro.

Esa es la realidad del chavismo, carece de sustento, histórico, social y político; no es más que un amasijo de frases hechas, slogans, desplantes… e histeria. Mucho consejero internacional cobró altas sumas de dólares, intentando fabricar un hilo conductor al socialismo del siglo XXI. Era necesario elaborar un discurso, para conseguir apoyos internacionales; para justificar la presencia de la vieja izquierda decadente. 

Mientras el mundo observa horrorizado, el desastre en que se convirtió un país petrolero. Dentro de Venezuela, loros verdes y rojos se presentan ante las cámaras, para alabar las bondades del régimen… discursos hipócritas, vacíos de verdad, como las imitaciones de diálogo de las aves mencionadas. En Venezuela tal como lo describe el escritor uruguayo Eduardo Galeano, en su libro Patas arriba, funciona “La escuela del mundo al revés”. Chávez y Maduro, entendieron que la democracia es frágil, porque tiene que respetar sus propias leyes, su especificidad.

Entendieron que, con una dosis de cinismo, ironía y “caradurismo”, podían reducirla a su mínima expresión. Dieron origen a unos tiempos donde se castigó al empresario que producía, se persiguió, expropió y exilió, de eso quedó la escasez y la pérdida de fuentes de trabajo. Con ellos se recompensó la falta de escrúpulos, la corrupción, el tráfico y el contrabando. Lo que dio nacimiento a los boliburgueses; a las cuentas millonarias en el extranjero; a las empresas de maletín; a la importación de comida podrida; a los bolichicos; a ministros y militares incursos en delitos de contrabando y tráfico de drogas. Inmensamente ricos, en exacta proporción inversa, a la ruina del país.

La distorsión del régimen, colocó a un expresidiario a dirigir la justicia del país, creó universidades sin nivel académico, por puro objetivo demagógico y destruyó las que lo tenían históricamente.

Convirtió en amigos a los pram, merecedores de la convivencia ministerial. Organizó colectivos armados, para amedrentar la ciudadanía, y terminó asesinando a estudiantes que exigían se respetaran sus derechos.

En esta Venezuela “Patas arriba”, tenemos que cuidarnos de policías y militares. Tener pasaporte no es un derecho, sino un privilegio que concede el régimen; viajar, divisas, es un sueño para el común de los mortales, pero la gran ironía es que, al mismo nivel de lo irrealizable, se encuentran las medicinas, el papel higiénico o poder comer pollo. Los personeros del Gobierno no se inmutan; sus discursos reflejan la impudencia, la obscenidad descarada y una total falta de vergüenza. “Mienten como respiran”, diría una vieja amiga española.

Así vemos al ministro de Educación, congratulándose que los estudiantes aprendan a hacer urnas. Justo cuando la opinión pública está sacudida, porque la población está enterrando a sus deudos en los patios de sus casas, ya que la hiperinflación, causada por sus medidas económicas, les impide cubrir los gastos de un entierro normal. Pero Aristóbulo va más allá y prácticamente afirma, que nada de lo que funciona con la revolución, los estudiantes pueden arreglarlo. Fabriquen pupitres, arreglen bombas de agua, aires acondicionados… según él, ese es el hombre nuevo.

Ciertamente, un nuevo venezolano se ha formado en el crisol del dolor, en el calor de la lucha contra la opresión. En las lágrimas del luto, en la vigilia ante las puertas de los mercados, de la Tumba y de las morgues. Desengáñese Aristóbulo, el hombre nuevo está naciendo en las calles, luchando por sus derechos. Pidiendo a gritos se vayan sus “queridos” cubanos, quienes exprimen lo poco que les queda del país. Está en las amas de casa, en los trabajadores, conscientes que su revolución, destruyó todo lo que tocó. Porque de un país con problemas, pero que tenía de todo, nos convirtieron en tierra asolada por la peste roja.

Para que perder tiempo con este ministro, si el propio Maduro extasiado de autosuficiencia, con la misma cara de éxtasis con que come carne en Turquía, anuncia el “plan conuco escolar”. La panacea para resolver la escasez; este plan maestro del régimen complementa los gallineros verticales y los cultivos en balcones; ahora sí vamos a exportar porque “las cosas a veces tardan” apenitas 18 años.

Si estos personajes creen en esto, no hay más nada que agregar… pero puede ser mucho más perverso, más natural al régimen, algo realmente programado, porque el cinismo está vinculada a la sátira, la causticidad y la burla.

Evidentemente, el lado más extremo de distorsión de la realidad se esconde en la mentira, en el hecho de que una persona tenga la capacidad y el poder de ocultar datos o de negar la realidad delante de los demás. En este caso, viniendo del Estado, la distorsión se convierte en un peligro, para la democracia, para los derechos humanos y para la libertad. En un país sin producción nacional; con una moneda sin valor en el mercado; un país petrolero que ya no produce ni gasolina, con refinerías que son un peligro público; un país donde las aulas universitarias están vacías y el ciudadano escapa a pie por las fronteras. No hay mentira oficial que convenza.

En el país bolivariano nos encontramos a Delcy, como reina de corazones, experta en falacias, asegurando una vez más que todo va bien, que el “Ejecutivo nacional potenciará las capacidades productivas del país”. Frente a ella el presidente de Conindustria, Olalquiaga, explicando el proceso de destrucción: “de 12 mil 700 empresas privadas que existían, solo quedan tres mil 200. Y están trabajando a solo 23 % de su capacidad; en consecuencia, tenemos como producción, 6 %, de lo que existía en 1999.

Su impostura consigue titulares de prensa oficial; así como la del fiscal que, para callar los rumores del asesinato del concejal, amenaza con cárcel a quien lo denuncie. El falaz es alguien que realiza un engaño, que esconde algo por debajo, que intenta distorsionar la realidad para evitar sanciones internacionales. Normal para ellos, responsables de un país donde los cubanos controlan las Fuerzas Armadas, las oficinas de Identificación y Comunicación… donde los militares venden pollos o son traficantes en su tiempo libre. Normal en un régimen, donde el Presidente demuestra su incultura y escasa preparación académica, que habla de manera aproximada y sin rigor, que se ha ganado el rechazo de la comunidad internacional, como violador de los derechos humanos de su pueblo.

 

 

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