La nueva era latinoamericana

En el afán de recuperar los espacios perdidos, los EEUU junto a sus aliados internacionales han venido aplicando una política de presión internacional a través de sanciones de toda índole, logrando paulatinamente neutralizar el proyecto “castrochavista”

De acuerdo con el esquema estratégico usado por el expresidente norteamericano Henry Kissinger sobre las relaciones de EEUU con Latinoamérica, cuando en el año 1973 oficializo a Brasil como el modelo norteamericano para el desarrollo de América Latina, Brasil se convertía en ese momento en el puente entre los países latinoamericanos y EEUU.

La ola socialista-comunista latinoamericana iniciada con Venezuela y el proyecto “castrochavista” a partir del 2002, desconfiguró el mapa geopolítico internacional, permitiendo que, en el período comprendido del 2002 hasta nuestros días, recurrentes potencias enemigas de los EEUU penetrasen las naciones latinoamericanas, golpeando de esta manera la hegemonía histórica que venían desempeñando en la región, lo que ellos llamaron la doctrina Monroe.

En el afán de recuperar los espacios perdidos, los EEUU junto a sus aliados internacionales han venido aplicando una política de presión internacional a través de sanciones de toda índole, logrando paulatinamente neutralizar el proyecto “castrochavista”, de tal manera de terminar de configurar junto a actores internos un escenario que le permita recuperar el control influyente que históricamente ha tenido en la región.

El ascenso del ultraderechista Jair Bolsonaro es quizás la pieza que le faltaba a los EEUU para lograr su objetivo, recientemente el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu, quien fue recibido con grandes homenajes en Brasil, declaró que el triunfo de Bolsonaro representaba el inicio de la nueva era entre Brasil e Israel, definiéndola como la “gran potencia” de Latinoamérica, por cierto, el mismo término usado en su oportunidad por el expresidente Kissinger.

No es casual que las últimas reuniones más importantes sobre la situación venezolana se estén desarrollando en Brasilia, el joven presidente de la Asamblea Nacional Juan Guaidó, quien ha despertado nuevamente la esperanza de cambio en el pueblo venezolano, declaró al salir de una reunión en Brasilia que la transición en Venezuela debía ser similar al proceso chileno en los tiempos de la dictadura de Pinochet, es decir a través de un acuerdo con factores del Gobierno de Maduro, principalmente el militar, no es casual que en septiembre de 2018 hubiese ocurrido un encuentro entre los ministros de la defensa de Brasil y Venezuela, quizás empezando a configurar lo que el primer ministro israelí llamo “la nueva era”.

Parte del problema opositor ha sido la confrontación de las dos líneas estratégicas de acción, por un lado la línea dura quien apuesta por una salida y cambio abrupto, y por la otra la blanda que apuesta por una salida negociada junto al Gobierno; he mantenido que ambas son importantes y se complementan; la presencia de Guaidó como presidente en la Asamblea Nacional, junto al primer vicepresidente Edgard Zambrano, pudiesen ser las dos caras de la moneda que logren unificar nuevamente las dos corrientes dentro de la oposición, la aprobación de la Ley de Amnistía junto a las movilizaciones de calle denominadas “Cabildos Abiertos” son un mensaje claro que ambas corrientes están cohabitando.

Pareciera que las condiciones de un cambio político en Venezuela están desarrollándose favorablemente, los próximos acontecimientos serán claves para que esto ocurra con éxito, apostamos e insistimos en un cambio pacífico, en donde prevalezca la vida e integridad de los venezolanos, especialmente los que más sufren.

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