El apoyo militar

La impaciencia se torna incontenible. Los venezolanos hemos demostrado que no somos cobardes pero tampoco se nos puede exigir que nos inmolemos en una lucha desigual. Urge el apoyo militar de los aliados porque el nuestro está demasiado maleado

“Toda la política decente no puede reducirse al antimilitarismo, pero, sin antimilitarismo no creo que haya política decente”. Fernando Savater.

Se lee por las redes y por los distintos medios de comunicación que los cristianos son los que sufren el mayor nivel de persecución y muerte en todo el planeta, sobre todo, en tiempo de Cuaresma, fecha en que se celebra el triunfo de la vida sobre la muerte, es decir, en tiempo de resurrección de Cristo. Parece ser que el mensaje que se quiere transmitir es todo lo contrario. El triunfo de la muerte, el odio y el fanatismo por encima de la vida.

Entre nosotros, con una mayoría de la población que profesa la fe cristiana y a pesar de la valiente y frontal posición de la Iglesia católica a través de su Conferencia Episcopal, la masacre es recurrente, no sólo por la violencia, sino por la inanición, la falta de medicamentos y de asistencia a los enfermos, por la insensibilidad humana, por el robo de los recursos que pertenecen a todos, por el contrabando y el narcoterrorismo, y por toda una gama de antivalores cristianos.

Esta masacre humanitaria ha sido urdida desde su gestación por esa corriente de pensamiento del mal que se ha dado en llamar chavismo, por cuyo líder egocéntrico y resentido nunca sentí la más mínima atracción, ya que siempre he tenido una gran desconfianza por el mundo militar, tanto por nuestra experiencia histórica, como por el desbalance de fuerzas que implica el monopolio de las armas para sostener a quienes detentan el poder. 

Estos señalamientos cobran sentido, porque a pesar de los esfuerzos extraordinarios y la valentía de Juan Guaidó y sus más cercanos acompañantes, a pesar de los avances en la lucha contra el mal que ha debilitado considerablemente al régimen, a la diablocracia, la situación se hace prolongadamente insoportable y al pueblo desarmado no se le puede pedir que se enfrente a criminales desalmados.

La estrategia de asfixia económica y financiera de los aliados de Venezuela en contra de la tiranía, como una fase de la lucha, si bien les dificulta sus pérfidas acciones, no los conmueve ni los remueve y alarga la agonía y el esperado cese de la usurpación. Miles de venezolanos mueren de mengua, de hambre y de tristeza por no ver cristalizados sus sueños de vivir nuevamente en libertad y en democracia en una Venezuela decente.

Urge la presencia de la mano de Dios y de los militares formados en democracia para defenderla. Si la cooperación internacional, incluyendo la militar, no se hace efectiva y oportunamente, seguiremos oyendo los lamentos y despidiendo de esta vida a los más frágiles. La impaciencia se torna incontenible. Los venezolanos hemos demostrado que no somos cobardes pero tampoco se nos puede exigir que nos inmolemos en una lucha desigual. Urge el apoyo militar de los aliados porque el nuestro está demasiado maleado. Los lobos malos que viven en nuestro interior están siendo alimentados y la masacre del pueblo contra el pueblo, puede ser más espantosa que los “daños colaterales” ocasionados por una intervención militar planificada, para que llegue la ayuda humanitaria y cese la usurpación. Dios bendiga y aclare el camino de los venezolanos.

 

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