Sociedad heroica

El bárbaro, el caudillo, el héroe, golpea la mesa y arrasa con las instituciones. Los grandes referentes heroicos son encontrados por la historia y sus circunstancias

Los tiempos normales no son propicios para la aparición de héroes, por el contrario es en la adversidad donde estos encuentran el terreno fértil para desarrollar su potencial. Los grandes referentes heroicos son encontrados por la historia y sus circunstancias, no son individuos que eligen sus batallas, por el contrario son estas las que se imponen frente a ellos. El acto heroico se origina precisamente en afrontar una situación que no ha sido elegida.

En Venezuela existe el culto al héroe, a los actos de gran voluntad que derrotan las adversidades. Esto se hace evidente en espacios tan disímiles como el Deporte y la Política, en el primero de estos cada competencia internacional en la que cualquiera de las selecciones nacionales participa es un acto de heroísmo, desde los “héroes de Portland” en el baloncesto hasta cualquier presentación de la “Vinotinto”, siempre hay detrás un ingrediente mítico, una mezcla de golpes del destino y esfuerzos sobrehumanos. En la política algo similar ocurre, particularmente en el plano electoral, cada campaña es una batalla, es el momento del todo o nada, en el que el futuro se presenta una vez más como una encrucijada en la que al final de uno de los caminos está el desbarrancadero, mientras en el otro está El Dorado.

Otra fórmula para saciar esta sed de héroes se ha encontrado en las estrellas del deporte y de la farándula, mitificados (y comercializados) por los medios de comunicación y otros intereses económicos. Hasta ahí se les permite actuar a los héroes. En la política la situación es distinta, a veces estas sociedades modernas dejan que alguna figura surja, que despierte esperanzas, que devuelva la confianza en el sistema, inclusive que permitan aspirar a los que menos tienen. Pero una vez este objetivo se ha alcanzado el propio sistema va desdibujando al “revolucionario” para, en el mejor de los casos, convertirlo en un “reformador”. Ese es precisamente el rol de las instituciones, preservar el funcionamiento del sistema permitiendo cambios graduales.

En las sociedades premodernas esto no ocurre. El bárbaro, el caudillo, el héroe, golpea la mesa y arrasa con las instituciones, impone su posición hasta que otro individuo más fuerte vuelve a golpear la mesa. En esa dinámica la arena política es el espacio de luchas heroicas, donde cada bando se lo juega todo. Así, una democracia sana no debería ser una lucha heroica, sino un sistema basado en instituciones que funcionen. Lamentablemente todo parece indicar que la nueva contienda electoral en Venezuela será una vez más una lucha heroica.  

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