El precio de la vejez

Esta discriminación fomenta también los autoestereotipos, que son la causa de que se comporten de manera ajustada a lo que se espera de ellos

Según estudios realizados en la Universidad Americana de Hampshire, cada año, cerca de un millón de personas mayores sufren lesiones físicas, maltrato psicológico o abandonados por algún miembro de su familia.

Si las cifras resultan desalentadoras, más desconcertantes se muestran los casos de abandono de personas mayores por parte de sus hijos en hospitales, e incluso en centros comerciales. Además de las familias, son numerosas las ocasiones en las que el abuso es cometido por el cuidador profesional, el cual puede estar motivado por una necesidad patológica de controlar a otra persona, o bien debido a factores como el estrés, la ignorancia del buen cuidado, la frustración o la desesperación. 

Según Ana Matos, psicóloga y autora del libro  Las mil caras del maltrato psicológico, la falta de atención o el abandono emocional son también considerados formas pasivas de maltrato psicológico. “Las víctimas son ancianos, menores o discapacitados abandonados por sus familias en instituciones que cuidan de ellos, pero que jamás reciben una visita, una llamada o una caricia; son formas de maltrato no reconocido”, añade.

Esta exclusión es consecuencia de la “discriminación por edad”, que implanta la sociedad, entendida como el conjunto de acciones que se ejercen al considerar inferior a este grupo de personas vulnerables y definido en función de la edad. Esta discriminación fomenta también los autoestereotipos, “que son la causa de que se comporten de manera ajustada a lo que se espera de ellos, se aumenta el estrés y la resignación en diferentes tipos de tareas, lo que disminuye el rendimiento”.

Entre las propuestas planteadas para combatir esta situación de exclusión se recalca la educación de la población, y la asistencia más personalizada posible. Es fundamental adoptar una actitud de respeto y consideración a nuestros mayores, pues aunque a veces el desgaste de vivir les impida exponer su sabiduría, también ellos tienen sensaciones, y perciben cuando molestan o incomodan. Cabe preguntarnos cómo nos gustaría que nos vieran y nos trataran cuando alcancemos la vejez: como seres únicos, con nuestras propias fortalezas y debilidades, o bajo la lupa de las creencias estereotipadas que la sociedad tiene sobre nosotros, sin la posibilidad de demostrar lo que seguimos siendo y aún lo que podemos llegar a ser.

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