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Ese pensamiento ideológico de pacotilla, tipificado por el triste lema: socialismo, patria o muerte, que dejaba sin espacio a quienes creemos en la humanidad, la libertad y la vida, afortunadamente expiró junto con el difunto. Ya hacía tiempo que el comunismo lo habían descontinuado por obsoleto en todas partes del mundo, pero los retrógrados del Foro de Sao Paulo (Fidel, Lula, la Farc, el ELN, el Frente Sandinista y otros perdedores natos) insistieron enredimir a la humanidad (cobardemente abandonada por Moscú, según ellos) yrenacer el marxismo en el ámbito mundial y latinoamericano.
Por supuesto que no iban a volver a la sangrienta bobería de liberar hermanos oprimidos mediante la guerrilla. Aquel absurdo de que sin revolución cruenta no habría cambio social, llevaba implícito cambiar sus niveles de plenitud consumista burguesa por las penurias y vida de privaciones, en la que sólo la masoquista canción protesta, iluminaba la oscuridad de sus miserables días de terroristas asesinos.
De modo que estos comunistas reciclados, se transformaron en rebeldes cómodos y muy acomodados, y se dedicaron a engañar mediante el populismo a las masas incultas, que representan el 70 por ciento de la población venezolana. Mediante la limosna, la mentira y la sumisión los redujeron a la condición de parásitos del Estado. Todo basado en igualar por lo bajo. Pobres, pero felices.
Lo cierto es que ya han pasado 16 años y a pesar de tantos regalos a los necesitados, hoy existen más pobres que antes. La explicación a esta paradoja, es que mientras en los países industrializados, cualquier inversión de tipo social se refleja en un aumento de la productividad, en los nuestros, el reparto gratis, por su carácter populista, electorero y proselitista, lo que acarrea es mayor pobreza.
Lo decía Giordani, a los pobres hay que mantenerlos pobres, porque son el piso político de la revolución. Si acabamos con la pobreza, pasan a clase media y serán el enemigo a combatir. La verdadera riqueza de un país no se mide en términos del dinero que le ingrese por su petróleo, sino en función de la potencialidad laboral, intelectual y moral de sus pobladores, que ha sido puesta en estado de sopor profundo por el populismo embrutecedor. Que oiga quien tiene oídos.