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Comprender la realidad es siempre un acto complejo, la subjetividad es un lente que distorsiona los hechos según cada observador. Las historias personales, los contextos en los que se encuentra cada individuo, inclusive el estado de humor de la persona en cierto instante, pueden ser suficientes para que un mismo hecho sea percibido de manera distinta. De hecho, inclusive en una conversación cara a cara los expertos señalan que la comunicación verbal representa aproximadamente el siete por ciento del mensaje, todo lo demás son interpretaciones del lenguaje corporal de cada quien y el entorno.
Teniendo esto en mente, es fácil imaginar lo difícil que puede ser para alguien interpretar una realidad que no vive. En el famoso libro El hombre en busca de sentido, del psiquiatra austríaco Viktor E. Frankl, el autor relata como al ser liberado de prisión luego de tres años en diversos campos de concentración alemán, y de todo el sufrimiento que tuvieron que padecer miles de personas en ellos, al volver a estar en contacto con el mundo él, como otros sobrevivientes, se encontraron con que al contar sus experiencias a otros quienes no habían estado en esos campos les respondían “nosotros también sufrimos”. Esto, según Frankl desembocó en un sentimiento de amargura en quienes habían sobrevivido a los campos de concentración, quienes se interrogaban una y otra vez si los demás no tenían nada mejor que decirles.
En otras palabras, estos prisioneros buscando encontrarse con los demás a través de compartir sus experiencias fueron recibidos con barreras justificadas en el sufrimiento que cada uno había experimentado. Hoy en día en Venezuela esta realidad está más presente que nunca, cada quien en su tensión psicológica y lucha emocional permanente encuentra las barreras que le impiden solidarizarse con el otro. La ruptura se da cuando venezolanos en el extranjero, quienes por diversas razones han perdido la conexión emocional con el país, intentan aproximarse a la realidad actual a través de prédicas a favor de la huida o comentarios que tratan de ridiculizar la situación actual, cuando los “sobrevivientes” que aún están en su tierra natal se sienten heridos. Inclusive, este sentimiento pudiera llegar hasta la desilusión, pues increíblemente se consigue más solidaridad con extranjeros, que vivieron situaciones similares, que con estos venezolanos que se han ido buscando (legítimamente) mejores oportunidades.