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La única novedad de la coyuntura actual venezolana es que menos personas se atreven a vaticinar salidas fáciles a la crisis. Hasta algunos meses atrás la opinión común en algunos sectores era que bastaba un “cambio de gobierno” para enderezar el rumbo y encaminarnos por la senda del desarrollo, había otros quienes inclusive ni siquiera se planteaban algún cambio sino simplemente esperar que los precios del petróleo volvieran a subir para continuar con la fiesta. Ya hoy poco a poco el país continúa su lento despertar de aquel sueño de la Gran Venezuela construido sobre la irresponsabilidad y el facilismo.
Aunque todavía son pocos, hay empresarios que empiezan a mirar alternativas productivas fuera del país, lo que puede servir para que en un futuro, cuando las condiciones sean apropiadas en Venezuela, contar con un tejido empresarial con capacidad de desarrollar comercio internacional. También en las universidades se ha iniciado el proceso de realismo y adaptación, algunos profesores que tradicionalmente se encontraban escondidos detrás de su escritorio hoy han salido a buscar financiamiento para proyectos con el sector privado, también otra semilla que se siembra para un nuevo sector académico capaz de dar respuestas a la sociedad en general.
Como éstas, otras tantas semillas se están sembrando en el país. En lugares dispersos a lo largo del territorio nacional el trabajo productivo, asumir con responsabilidad las decisiones que se toman, colaborar y compartir experiencias, inclusive innovar, se van sembrando tímidamente. Es cierto que hoy el ruido de las balas y las largas colas son suficientes para acallar ese futuro incierto que germina, pero no por ello dejan de estar presente esos rastros de porvenir que siguen intentando abrirse camino.
Para todos quienes aún hoy se atreven a sembrar hay algo claro: no habrá milagro. La magia de un caudillo salvador no es (como nunca lo fue) una solución real, solo ir sumando esfuerzos individuales, con perseverancia, capacidad, y paciencia, será posible aspirar a un cambio realmente genuino. Claro que hacen falta directores, líderes capaces de dirigir (no mandar), con entereza moral, y en especial capaces de hablar con franqueza a quienes hoy han perdido la ilusión de tener un rumbo por el cual trabajar.