Venezuela
“Un pueblo que no mantiene vivas sus preocupaciones, un pueblo que vive en la inercia de aceptación pasiva, es un pueblo muerto”, así dijo Francisco a representantes de la sociedad civil paraguaya y es lo que he venido opinando desde este espacio. Venezuela vive su peor crisis en siglos y probablemente no sea la última; de hecho, salir de la actual costará por lo menos, una generación.
Sin embargo, creo en la dignidad y el espíritu de superación que ha distinguido a este pueblo valeroso que supo encarar la tiranía de Pérez Jiménez y se resiste al régimen actual que nos ha puesto a la par de la Grecia de Tsipras, con la diferencia que tenemos petróleo pero de nada vale porque faltan recursos para extraerlo e incrementar su exportación; es imposible porque se utiliza para pagar deudas que en nada han remediado los problemas sino que los acrecienta, pues la dádiva no alcanza para todos y se dan con dinero inorgánico, creando ese dúo dinámico que es la inflación y la recesión, nuestra “espada de Damocles”.
Con un BCV entrampado en las redes del Gobierno nacional, que no informa sobre los principales indicadores macroeconómicos (según el FMI, a finales de año la inflación superará el 100 por ciento, la contracción del PIB un siete por ciento y el dólar paralelo superior a los 600 bolívares) quizá para no crear más indignación y causar pánico, el capitalismo de Estado monopólico, que se escuda en el inservible socialismo del siglo XXI, no es sostenible y es necesario echarlo al basurero de la historia.
Ha de establecerse un modelo capitalista en el cual prevalezca la responsabilidad en el gasto, imponer la disciplina fiscal y monetaria, devolver la autonomía al BCV, realizar una convergencia cambiaria, eliminar el control de los capitales y sobre todo, incentivar la producción y deshacerse de las empresas improductivas del Estado, entre otras reformas. Olvidarnos de la idea del presidente Maduro que, a propósito del referéndum del pueblo griego, sugirió el beneficio del default para los países; aunque en la XLVIII reunión del Mercosur se comprometió a “saldar la deuda con el Fondo de Convergencia Estructural”.
El Gobierno que nos hemos dado, está destruyendo a Venezuela y trata de ganar tiempo reeditando viejas promesas o inútiles mesas de trabajo. Es tiempo de que los venezolanos tomemos conciencia que, como escribió Shakespeare, “Un cielo tan turbio no se aclara sin una tempestad”.