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Comienza una etapa, con el inicio de este mes de agosto, que podríamos catalogar de decisiva en el terreno electoral. Nos separan escasos cuatro meses de las elecciones parlamentarias previstas para el 6-D. Hay muchas cosas en juego, para todos los actores políticos y para la sociedad en su conjunto, en estos comicios. Como suele suceder en las carreras electorales, comienzan a hacerse predicciones de diversos tipos sobre lo que podría ocurrir en esa jornada electoral y sus repercusiones posteriores.
Algunos analistas que respeto señalan que no puede descartarse la posibilidad de que el gobierno de Nicolás Maduro, usando la figura de la emergencia nacional, pueda suspender las elecciones. No creo personalmente, que ese sea el escenario más probable, pero obviamente en este terreno de las proyecciones tampoco es un asunto que pueda descartarse de plano. No percibo señales políticas o institucionales que apunten a la no realización de elecciones en la fecha ya señalada. La propia realización de los comicios tampoco puede entenderse como un camino allanado para quienes adversan al Gobierno.Tocará responder a medidas como las inhabilitaciones dictadas por la Contraloría general (que por cierto contravienen las leyes), decisiones como la del TSJ de intervenir al partido Copei o eventuales determinaciones del propio CNE en relación a la tarjeta única de la oposición. La MUD estará en una suerte de carrera de obstáculos en estos meses previos a las elecciones. Ojalá su dirección política mantenga la sindéresis y la capacidad de respuesta política.
En mi opinión las elecciones arrojan dos escenarios, principalmente.
Escenario de asfixia democrática. Si se mantiene la tendencia de rechazo a la gestión de Nicolás Maduro, efectivamente eso se refleja en las urnas pero el PSUV y las Fuerzas Armadas deciden no aceptar la derrota, dando respuestas de diverso tipo que terminen de asfixiar al sistema democrático. Eso podría traducirse en un fraude masivo y abierto o con la aprobación de “leyes” para quitarle atribuciones a la AN, dejando entonces un cascarón vacío en el Poder Legislativo. Pasaríamos a un modelo netamente autoritario, que ya no se preocupa por guardar algunas formas democráticas (como respetar el resultado de las elecciones) o desoye por completo a la comunidad internacional, con violaciones masivas a los derechos humanos.
Escenario de transición democrática. Asumiendo que se mantiene el rechazo actual hacia la gestión de Maduro, el voto mayoritario respalda a los candidatos de la MUD y la alternativa democrática logra la mayoría en el seno del Parlamento, y lo más importante, tanto el PSUV como las Fuerzas Armadas acatan el sentimiento popular, dando paso a una AN plural, en la que se recuperan funciones de Contraloría del Poder Legislativo sobre los otros poderes públicos. Este escenario requiere tanto de la MUD como del PSUV (y las disidencias de ambos bloques) capacidad de diálogo y negociación para dar respuesta a los problemas urgentes del país.
El segundo escenario resiste un análisis más detallado en relación a si la oposición logra o no una mayoría de las tres cuartas partes en la AN y cómo decide usar ese poder, abriendo otros escenarios de cambio para el 2016 (referéndum revocatorio presidencial, destitución de ministros, renovación del TSJ o CNE). Por todo eso y otras razones que no comentamos aquí, las elecciones del 6-D serán de primer orden para Venezuela.