Vamos
Es cosa común y frecuente que los seres humanos, ante situaciones adversas, incómodas o decepcionantes nos sintamos llenos de rabia y dolor.
El encontrarnos con la transgresión del pacto acordado genera fuertes emociones que a menudo nos producen reacciones altisonantes que provocan a su vez, respuestas a veces exageradas.
Cuando digo exageradas, me refiero al hecho de que tales respuestas se fundamentan en decisiones tomadas en tiempos de alta emocionalidad y poca racionalidad y nos cegamos ante lo elegido pudiendo provocar a posteriori la posibilidad del arrepentimiento. Y eso está bien.
Desde hace más de una década el país entero ha visto como la oferta de igualdad, unidad, calidad de vida y armonía social ha venido diferenciándose de esa promesa. Muy por el contrario, nuestra sociedad se ha visto inmersa en una profunda crisis económica y social, impactando de manera vertical al núcleo de la sociedad, la familia.
Hemos visto como se han producido divorcios, distanciamientos, alejamientos y hasta éxodos familiares a consecuencia de la situación política ideológica; empresas, comercios, instituciones son parte de esa lista también. Ni hablar de la economía, desde lo individual hasta lo macro, da para una novela de Cervantes.
Es momento de dejar de señalar culpables y comenzar a entender y comprender que todos formamos parte de ese sistema, que para que las cosas hayan sucedido era necesario la participación de todos, al final, “el tango se baila entre dos”. Vamos a ver las cosas como aprendizajes y soltar el rol de la víctima, convirtámonos en factores de solución, seamos partícipes de ella. La unidad social es importante para que los demás elementos de la paz, el progreso y el avance colectivo se capitalice.
Basta ya de rencores entre nosotros, veamos con gratitud lo vivido y honrémoslo dándole el lugar pertinente, comprendiendo que las cosas necesariamente tenían que pasar así. Esas emociones y estados de ánimo solo nos producen enfermedades; nuestra sociedad está enferma como enfermos estamos sus integrantes. Es momento de actuar para corregir, sanarla y sanarnos.
Pasemos pasemos de la rabia a la gratitud por las cosas vividas, no es fácil, tampoco imposible. Aprendamos de nuestra propia historia. Demostremos que somos capaces, que tenemos la aptitud y la actitud para avanzar. “Solo los aguadores reconocen el valor de la gota derramada” es el momento.