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Datos del Centro de Documentación y Análisis para los Trabajadores (Cenda) señalan que la canasta alimentaria se ubicó en 38 mil 873,12 bolívares el mes de septiembre. En un mes habría variado cuatro mil 225 bolívares. Un indicador más de los contundentes incrementos de precios a los que se enfrenta el venezolano. Aún con el aumento de 30 por ciento que elevó el salario mínimo hasta nueve mil 648,16 bolívares mensuales, ambas cifras conservan una distancia significativa.
Se necesitan cuatro de estas nuevas remuneraciones mensuales para cubrir la cesta de alimentación. El cestatique antes del aumento se calculaba en dos mil 475 bolívares y a partir de ayer en seis mil 750 bolívares. A pesar de que se duplicó la cifra, a los empleados todavía les faltan 32 mil 123,15 bolívares para hacer mercado sólo con este beneficio.
Este es el cuarto incremento de salarios decretado este año. Nicolás Maduro, presidente de la República, informó que la inflación de 2015 rondaría 80 por ciento. Por ello, el aumento de 75 por ciento del sueldo mínimo. Pero las opiniones de los analistas refutan estas cifras, ubicando el porcentaje de aumento de precios en 200 por ciento.
Para Emmanuel Borgucci, profesor de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad del Zulia, el verdadero problema que se debe atacar es la inflación. Aseguró que la medida se trata de una solución de corto plazo con repercusiones en el futuro. Destacó un comportamiento del Gobierno: la emisión de dinero sin su sustentación en bienes y servicios, además de la atribución de los precios elevados a la “especulación de los empresarios”.
Del siglo XXI
El modelo económico adoptado en Venezuela facilita la veloz escalada de los precios. La producción de bienes y servicios es cada vez más costosa y complicada, afirmó el economista: “El bolívar ha perdido poder adquisitivo, los costos laborales han aumentado. El sustituir maquinaria se ha vuelto muy difícil para las empresas. El mercado venezolano no es muy grande y si la capacidad instalada no es suficiente para atender ese volumen, entonces se hace caro producir bienes y servicios”.
En este escenario, los agentes que subsisten son los importadores. De acuerdo con Borgucci, la economía de importación refleja una desindustrialización tanto en el campo como en la ciudad. “Esa es la razón de fondo de por qué los precios siguen creciendo”.
El académico considera que las medidas a tomar para frenar este fenómeno son “terribles” y duda que el sistema social esté en condiciones de soportarlas. Entre ellas, los ajustes severos en la activación y diversificación del aparato productivo destacan. “Quizás esta situación dure muchos años”, pronosticó tomando en cuenta que se trata de soluciones a largo plazo.