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No hay dudas de que se dio inicio al cambio en Venezuela. Claro que el perfeccionamiento de esta transición necesaria para salir de la actual pesadilla por la serie de crisis acumuladas, dependió de la actuación de los actores tanto del Gobierno como de la oposición; ya que tal como le gustaba repetir a Chávez, “la voz del pueblo es la voz de Dios”.
Los electores maduristas y los antimaduristas sufren por igual los efectos injustos de una economía ficticia con sus colas kilométricas frente a los supermercados públicos y privados; una tasa de homicidios que ubica a Venezuela entre los países más violentos del mundo; una corrupción que ha llegado a producir fortunas mil millonarias a nivel de la nomenclatura privilegiada, tratando de hacer cómplices a sectores beneficiados por las misiones a quienes se les reparten las migajas de lo que sobra al peor estilo populista; el drama de la salud, de la vivienda, de la educación que se suma a la multiplicación de atropellos a través de la radicalización inconstitucional en contra de las libertades con el agravante de la multiplicación de presos políticos, inhabilitados y amenazados con privarlos de libertad, para enumerar tan solo algunos de los elementos que caracterizan la profunda crisis humanitaria global que vivimos.
No es correcta la insistencia oficialista de que lo único que había que obedecer ciegamente era el resultado decretado por el CNE, ya que la democracia no se mide solamente con el criterio exclusivo de lo que decrete la señora Tibisay Lucena, en especial por las escandalosas muestras de tolerancia ante el ventajismo de todo tipo, producido en la campaña electoral, en la que el uso y abuso del poder del Estado se evidenció hasta el último momento a favor de los candidatos del régimen.
Pero hubo una diferencia. Esta vez los ojos del mundo estuvieron puestos en Venezuela gracias a la presencia masiva de observadores internacionales imparciales, quienes a pesar de las múltiples amenazas del Gobierno para impedir su presencia en el país; o la negativa de darles credenciales oportunas; o de colocar obstáculos negándoles su seguridad en los recorridos, no ha impedido su claro testimonio constructivo en apoyo a una verdadera democracia. Las lecciones dadas en sus declaraciones por expresidentes de la talla de Andrés Pastrana, Tuto Quiroga, Miguel Ángel Rodríguez, Laura Chinchilla, Mireya Moscoso, Luis Alberto Lacalle; se suma a la presencia de 92 parlamentarios de América Latina, entre quienes estaba el estadista chileno Patricio Walker, hoy presidente del Senado de su país; además de múltiples ONGs representando a la Sociedad Civil Latinoamericana, internacionales políticas como la ODCA presidida por el senador Ocejo de México; la internacional socialista presidida por el chileno Ayala; liberales y conservadores a los que se suman emocionantes apoyos de movimientos juveniles integrados en redes de solidaridad.
Gobiernos de la región y del mundo clamaron por una nueva etapa en Venezuela esperando que el 7 de diciembre, se dé inicio a la transición de democracia.