Mientras
La próxima semana, los días 21 y 22 de marzo, el mundo tendrá los ojos puestos en la histórica visita que realizará el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, a La Habana, Cuba.
Tuvieron que pasar 88 años para que otro Presidente norteamericano visitara Cuba. Hasta esa fecha, Calvin Coolidge, abogado republicano, que gobernó la Unión entre 1923 y 1929, ha sido el último mandatario estadounidense en visitar Cuba, cuando en 1928 llegó a La Habana para participar en la VI Conferencia Panamericana.
Los cubanos, y los Castro, están de fiesta porque saben los beneficios que traerá esta visita de Obama, que solo con el anuncio de entablar nuevamente relaciones con la comunista isla, ha llevado millones de turistas a Cuba desde el 2014 (la cubamanía), lo que ha dejado enormes beneficios a su maltratada economía.
El embargo económico de Estados Unidos sobre la isla está vigente desde 1962 y fue la respuesta lógica de EEUU a la confiscación de bienes de ciudadanos y compañías estadounidenses en Cuba tras la revolución encabezada por Fidel Castro en 1959.
Mientras tanto, Nicolás Maduro y su facción revolucionaria que desgobierna a Venezuela parecieran haber sufrido de cretinismo agudo para mantener un enfrentamiento estéril e inútil con el coloso norteamericano que nos sigue comprando el petróleo y nos sigue vendiendo gasolina para evitar que se paralice el parque automotor del país. Hay que buscar un culpable del fracaso.
Maduro se enfrenta a Washington por la extensión del Decreto de Obama que sigue considerando a Venezuela una amenaza para la seguridad de los Estados Unidos, defendiendo a ultranza a unos militares de alta graduación que son señalados por lavado de dinero sucio procedente del narcotráfico, y vínculos muy estrechos con las actividades terroristas de las FARC, y otros delitos que no han sido especificados por los norteños.
Maduro pretende hacerle creer a los venezolanos que las sanciones son contra el pueblo de Venezuela, y nada más alejado de la realidad. Los gringos son muy celosos con su sistema financiero y no permiten que dentro del torrente de las finanzas de su país ingrese dinero sucio. Y cómo hay miles de millones de dólares extraídos de manera fraudulenta y dolosa de las agotadas finanzas de Venezuela allá en los Estados Unidos y en bancos europeos que ya han sido puestas al descubierto y bajo resguardo.
Mientras Obama y Castro se abrazan, Maduro pelea con el que fuera y sigue siendo el principal socio de nuestro país. Triste paradoja.