viernes, enero 31, 2025
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Un año en espera del taxista y sus tres pasajeros

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A Alfredo Párraga, Roberto Ferrer, Luis Ramírez y Alejandro Márquez los raptaron en la C-1 el 27 de marzo de 2015. La investigación la radicaron en Caracas

Carmen de Párraga se enclaustró en su casa, en la calle 89C del sector Veritas. Hace 365 días raptaron a su hijo mayor, el taxista Alfredo Venancio Párraga Chacín (27), junto a sus tres pasajeros, Roberto Ferrer, Luis Ramírez y Alejandro Márquez; y desde entonces teme que su muchacho regrese y no la encuentre. 

“Esto es difícil para mí, aunque haya pasado un año”, aclaró la mujer antes de iniciar la entrevista con La Verdad. Segundos después la ahogan las lágrimas. Aceptó hablar con la prensa para enviarle un mensaje a su hijo: “Aquí estoy sobreviviendo por ti. Me tienes donde me dejaste, esperándote. Me encerré en estas cuatro paredes para verte llegar”. 

Al referirse al taxista lo hace en tiempo presente. Reprende a todo aquel que pronuncia alguna frase en pasado. “Mi hijo está vivo y volverá”. 

Para calmar la ansiedad de la espera, Carmen abrió una cuenta en Facebook. Cada mensaje se lo dedica a su hijo. En los días de desesperanza clausura la cuenta. Se rinde, llora y se aleja de todos. Luego se repone y se sienta nuevamente en la puerta para aguardar el retorno de Alfredo.

La búsqueda

El taxista trabaja en la línea Maratour. Dulzenic Párraga, hermana del conductor, recordó que el viernes 27 de marzo de 2015 salió a las 3.00 de la tarde. Tres horas después su esposa, Desiré Vílchez, le envió un mensaje por la aplicación de Blackberry Messenger y no respondió, aunque alguien lo leyó. 

Según los Párraga, el taxista no acostumbraba a apagar su teléfono, tampoco a no responder los mensajes. A las 9.00 de la noche, la familia se preocupó. Los compañeros de trabajo les avisaron que el Hyundai Accent, verde, de Alfredo estaba estacionado en una ferretería, en la segunda etapa de El Soler, en San Francisco.

El vehículo lo dejaron con las puertas abiertas, con las llaves en el asiento, sin señales de violencia. Sus pasajeros se esfumaron.

La Policía científica inició las investigaciones. Nadie sabía dónde estaban. Nadie vio nada. Las cámaras de la ferretería eran de mentira. 

Los familiares protestaron en la avenida Padilla. Jairo Ramírez, secretario de Seguridad en ese momento, los atendió y solicitó al Grupo Antiextorsión y Secuestro (Gaes) que indagara. Luego de dos meses, el caso empezó a enfriarse. Los familiares de las otras víctimas se distanciaron y perdieron el contacto entre ellos. 

Se decidió radicar las pesquisas en Caracas. La hermana de Alfredo comentó que solo han podido viajar una vez y cuando llaman al comandante a cargo, solo les dicen que siguen las averiguaciones. Nunca hubo sospechosos. No se supo el móvil del secuestro, no los han encontrado ni vivos ni muertos. 

Zozobra

El rapto transformó las rutinas de los Párraga. En los primeros días hasta sus hijos se negaban a comer. Su hijo mayor, de 11 años, estudia 4° grado, escuchaba a lo lejos la entrevista. Intervino para decir que su papá era amigo de Alejandro Márquez.  Al preguntarle qué quisiera decirle a su padre, miró fijamente a quien le preguntó y sus ojos se empañaron, sin pestañar, las lágrimas brotaron. Las palabras no hicieron falta para entender que su interior gritaba cuánto lo extrañaba. 

“Solo queremos que sepa que no lo hemos olvidado”, acotó Dulzenic Párraga, mientras miraba a Samantha, la perra de Alfredo. La mascota se deprime a diario. Apenas se despierta se sienta en el portón, observa a la calle y no se mueve hasta la medianoche. Se resigna a que ese día no volverá su Alfredo y entra a la casa a sollozar por su ausencia.

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