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El fin de semana que acaba de concluir, tanto la Facultad de Ingeniería como el edificio nuevo rectorado de la Universidad del Zulia fueron presa de la sevicia policial contra la universidad autónoma y los universitarios. Una protesta legítima de un grupo de estudiantes que reivindicaba su derecho a contar con una alimentación balanceada y se le niega con el cierre de los comedores universitarios, por la incomprensión y soberbia de un gobierno empecinado en la intervención de la universidad autónoma, fue reprimida de manera brutal.
Esa suerte de horda que es el aparato represivo del régimen y actúa contra los estudiantes pero son incapaces de reprimir a los delincuentes, causantes del dolor y la angustia ciudadana y el asedio a la universidad, por los robos y hasta el asesinato de integrantes de sus comunidades, no parece importarle la violación de las leyes de la República. Es un hecho monstruoso imposible de silenciar y no protestarlo a viva voz.
Es inaceptable el vandalismo; pero es impropio de nuestro gentilicio continuar aceptando un régimen que tiene al país en la bancarrota, no solo por sus deudas, exorbitantes gastos burocráticos y las corruptelas, la emigración de su capital humano, en particular el profesional calificado, sino por la miseria de la población asediada por problemas sin solución en lo inmediato ni mediato plazo. En este contexto, la universidad autónoma no puede permitirse ser minimizada en su rol orientador de la vida del país ni abandonar sus funciones esenciales. Si no luchamos por nuestros derechos ¿Qué futuro podemos ofrecerle a las nuevas generaciones? ¿Cómo revertir el estado de postración en el que se encuentra el país?
Un país en el que no existe el Estado de derecho y el Gobierno mimetizado en el Estado, centra su accionar en la lucha de clases y no actúa, pues “mira los toros desde la barrera” o se deja llevar por la inercia, esperando la destrucción de todo el andamiaje institucional. Un gobierno sin la proactividad de la que hace alarde en la propaganda y ante la exigencia de más producción y productividad promueve “puentes” para zafarse de su responsabilidad en la catastrófica situación de la generación de energía eléctrica y, por asociación, del agua. Para ver luz al final del túnel es indispensable la protesta pacífica y democrática. No es una opción quedarnos de brazos cruzados.