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Era el segundo día de apertura del Sambil de Maracaibo y los trabajadores ya estaban preparados para afrontar al menos ocho horas de calor con cartones que funcionan como abanicos. Solo funcionan los aires acondicionados de las áreas comunes, pero los locales no tienen permitido encenderlos. En la planta alta la temperatura aumenta y los clientes de la feria de comida migran a las mesas a las que no impacten los rayos del sol.
“La afluencia de visitantes es muy baja”, reporta un trabajador de una pizzería que pidió su anonimato. Afirma que cada media hora una o dos personas pasan por su establecimiento. El horno de su cocina incrementa el calor y los hace sudar. En un jueves normal todas las mesas se llenan, pero esta semana solo una parte se ocupó. Todas estas condiciones les generan desconfianza. Recuerdan la semana pasada, en la que ordenaban desalojar las instalaciones del mall por racionamiento energético.
Una heladería a las 3.00 de la tarde deja de vender su producto principal, pues las cavas del mostrador no pueden funcionar a su plena capacidad. La encargada del establecimiento reporta una merma de 50 por ciento en sus ingresos. En un banco, los usuarios esperan afuera, a pesar de que la mayoría de los asientos de la oficina se encuentran desocupados.
“Vine al cine, lo encontré cerrado y ni idea de cuándo va a abrir, aparte del calor, que es algo que te hace sentir mal”, dice Leonardo Villalobos, un estudiante de Derecho quien en su tiempo libre se topó con la nueva realidad del complejo, que se ajusta al suministro de 900 kilovoltioamperios de Corpoelec. Las salas de cine no han podido abrir sus puertas.
En una farmacia ubicada dentro del centro comercial ya no reciben productos regulados, pero aún se generan colas adentro. “Esto es un infierno”, dice un empleado que prefirió no identificarse. Asegura que existe un rumor de que los problemas en la climatización durarán por 40 días, hasta que el condominio pueda adquirir una nueva planta eléctrica.