
El
Deja deslizar sus manos por el morral azul. Su víctima, distraída con la bisutería del mesón, ni lo percibe. Con suma cautela le abre el bolso, saca un pequeño monedero y unos billetes. El ladronzuelo, un jovencito no mayor de 15 años, se pierde entre la clientela. La morena se marchó de Las Pulgas sin enterarse que, en fracciones de segundos, perdió sus bienes. Hubo testigos, pero nadie se entrometió.
Decenas de robos ocurren diariamente en las 140 héctareas que ocupa el casco central de Maracaibo. Epicentro del comercio regional y del transporte público, unas 10 mil personas transitan cada día por sus callejuelas. Todas expuestas al hampa.
Los puntos álgidos son: las paradas de autobuses en La Redoma, el Callejón de los Pobres, las inmediaciones del centro comercial San Felipe y del Palacio de Justicia y la avenida Libertador desde el terminal terrestre hasta la avenida El Milagro.
Pese a la existencia de siete comandancias policiales y tres puntos de control de la Guardia Nacional, la delincuencia deambula por el mercado en busca de su presa. Los “carteristas y arrebatadores” hacen de las suyas y nunca se topan con los 20 o 30 policías que patrullan diariamente la zona.
“Hay muchos chamitos robando en manada, acorralan a sus víctimas entre tres o cuatro, los revisan y salen corriendo”, comentó un vendedor.
Solos o en manada
El crimen modificó la rutina de los comerciantes. Son pocos quienes se atreven a cerrar sus negocios después de las 6.00 de la tarde. Con la puesta del sol, los atracadores se despiertan. Se ocultan entre los kioscos, someten a sus víctimas con cuchillos, pistolas o armas de juguetes y les quitan lo poco que tengan. Otros se detienen en las mesas o entran en los establecimientos a hurtar. Huyen antes de que llegue la Policía.
Parecen animales al acecho. Aves de rapiña. Salen como fantasmas de las sombras y llegan a su víctima. Al menor movimiento o insinuación de tener un teléfono inteligente, lucir prendas de oro o llevar efectivo.
Llegó ahogada a la parada de Veritas. No sabía si reír, llorar o respirar. Carmen, por el nombre escrito en su uniforme, se regocijaba ese domingo de haberle ganado una batalla a los ladrones. Atravesaba el Callejón de los Pobres, abrió su cartera para guardar un Blackberry Bold 4. Aún lo llevaba de su pantalón hacia el bolso, cuando sintió el manotón y galope del muchacho, y se alejaba con su teléfono.
“Lo perseguí, lo agarré y se lo quité”, repetía orgullosa la robusta rubia. Sus mejillas coloradas parecía que le reventarían. Sudaba, se ventilaba con el suéter azul y de vez en cuando miraba hacia atrás. Se rió hasta que cayó en cuenta que podía tratarse de una banda. Suplicó que le cedieran el puesto. Se embarcó en el porpuesto y se marchó.
Insuficiente
Un oficial explicó que la comandancia policial Maracaibo Central, establecida en el techo del centro comercial Plaza Lago, coordina los seis módulos restantes que hacen vida en el casco central. Tres en la avenida Libertador, en el unicentro Las Pulgas, centro comercial San Felipe, entre avenidas 11 y 12, el estacionamiento del mercado Las Pulgas y en el sótano del centro comercial La Redoma.
Mientras que en la avenida Delicias hay dos, uno en el centro comercial periférico Simón Bolívar y el centro comercial Las Playitas. En total, 102 funcionarios están adscritos a las siete estaciones, pero diariamente solo hay entre 20 y 30 funcionarios activos. “Trabajamos 24 por 48 horas y no damos abasto”.
El policía agregó que a diario detienen a cuatro o cinco delincuentes y ya los calabozos o centros de detenciones están “al borde del colapso”. Explicó que la mayoría son ladrones de celulares, que se los arrebatan a personas que van con ellos hablando. “Les pasan corriendo y se pierden entre la gente”.
El agente sabe que la imagen de las policías no es muy buena en esta época, “pero si no denuncian no podemos hacer nada”. Detalló que muchas veces los mismos comerciantes agarran a un “raterito” y lo golpean, “ellos lo detienen y se lo llevan al comando y por falta de denuncias en su contra tenemos que dejarlo en libertad”.
Un esfuerzo
En un punto fijo de la Guardia Nacional, en la avenida 15 de Delicias frente al terminal de pasajeros, regula el paso vehicular y chequean “en algunas ocasiones” a los transeúntes. El mayor Betancourt indicó que desde las 6.00 de la mañana hay cuatro funcionarios en servicio.
A los buses de transporte público los detienen y revisan a cada pasajero, en ocasiones, al detener un bus atrapan a un ladrón con una pistola y hasta con celulares provenientes del delito. “Tratamos de brindar la mayor seguridad posible”.
Betancourt señaló que por la avenida Padilla también existe un punto de control al igual que en Delicias frente al Palacio de Justicia. Muchos maleantes pasan caminando y por un mal aspecto o actitud sospechosa los requisan y si tienen objetos que no pueden comprobar que son de ellos, los detienen para ser investigados. El castrense dijo que a diario detienen a cuatro o cinco rateritos, la mayoría dentro de los buses.