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Así como lo leen, hay que ponerse el chip. Y hay que hacerlo pronto.
Seguramente algunos de ustedes se sorprenderán al leer esta afirmación de mi parte, considerando mis posiciones públicas al respecto de esta situación particular y general, pero es una realidad.
Los venezolanos estamos viviendo una situación asombrosa: en el país todo se paga dos veces. Los servicios públicos no funcionan pero debes pagar la factura puntualmente y resolver tú mismo la deficiencia, no hay agua, compras un cisterna; te racionan la luz, compras una planta; la seguridad es nula, contratas personal privado; el seguro social no funciona, compras una póliza de seguro y así muchas otras cosas que el Estado debería proveer con calidad y eficiencia pero no lo hace sino que nosotros mismos lo resolvemos.
De la misma manera ocurre con los alimentos, medicinas, artículos de higiene personal, repuestos, insumos de oficina y cualquier otra cosa que se te ocurra; no se consiguen, existe un desabastecimiento gigantesco. En consecuencia, los costos se elevan a proporciones celestiales y es el ciudadano común quien tiene que humillarse en inmensas colas, aceptando vejaciones, maltratos, explotaciones, extorsiones y demás tratos inhumanos para conseguir algo de algo que haya aparecido.
El tema de la gasolina no podía faltar, las colas que se ven en las estaciones de servicio son kilométricas, estén automatizadas o no. Por cierto, que la famosa automatización ha ido sumando cada vez más estaciones, casi que obligando al ciudadano a instalar el inefable TAG. Sin embargo, aún con el dispositivo instalado las colas continúan, lo que indica que el problema persiste: no hay gasolina para el venezolano porque la siguen contrabandeando, es decir, que la solución no es esa etiqueta de “soy contrabandista”.
Ante toda esta situación descrita se vienen a mi mente dos preguntas: ¿Cómo creemos los venezolanos que merecemos vivir? ¿Cuánto nos queremos nosotros mismos?
De verdad que me asombra la actitud pasiva y conformista que tenemos ante esta verdad, no puede ser que frente a esto las frases que se escuchan sean “está bien que se vaya la luz, pero avisen los días y horas de los cortes”, “me voy al súper a hacer cola”, “abran más puntos para poner el chip”.
Yo creo que de esas frases puedo obtener la respuesta a mis interrogantes, y no son alentadoras.
Los venezolanos no podemos seguir aceptando dádivas ni ofensas por parte del Gobierno. Debemos exigir en paz a este o cualquier Gobierno que la calidad de vida no tiene medias tintas, no se vive medio bien o medio mal; o se vive bien o se vive mal, y la realidad actual no es de vivir bien.
Ya debemos levantarnos y hacernos respetar como ciudadanos; no es con chip que se acaba el contrabando de gasolina; no es con captahuella que aparecerán los alimentos, medicinas y demás artículos; no es con avisos de cortes programados que el problema se soluciona; esas situaciones se solucionan con voluntad, planificación, producción, disciplina y trabajo. El Gobierno lo sabe, pero no los aplica y solo se mueve para seguir humillando al ciudadano.
Aquí el único chip que hay que instalar es el de la civilidad, el del amor propio, el del saber exigir nuestros derechos. Debemos detener que nos sigan maltratando.
Este año tenemos la gran oportunidad de ponernos ese chip, tenemos en puertas las elecciones parlamentarias y es una ocasión única para comenzar a generar los cambios.
Vamos a votar, sin miedo y con la convicción de que nos merecemos una excelente calidad de vida y que estamos dispuestos a alcanzarlo. El chip es el voto, ese es el que puede salvarnos.
Yo me voy a poner el chip, ¿y tú?