Tu vida Jorge Alberto, fue un regalo de Dios a tus padres, hermanos y seres queridos. Fuiste nuestro último retoño, hecho todo de amor, solidaridad, bondad, responsabilidad, humildad, respeto, honestidad y generosidad a toda prueba
Como estrella fugaz, llena de luz y amor, pasaste raudo por el firmamento de nuestras vidas. Tu viaje inesperado en busca del Señor, aún resulta incomprensible para quienes te queremos. Esa tarde, con tu sonrisa de niño bueno y tu uniforme deportivo, te vi partir, sin imaginármelo, a jugar el último tiempo de tu existencia terrenal, y el sobretiempo infinito de la vida eterna, en la que ansiamos encontrarte cuanto antes.
Fuiste nuestra ofrenda a Dios, nuestro Señor, en un altar de pinos hecho con grama urbana, el mismo día, en el que la Liturgia de la Palabra de los católicos, nos invitaba a reflexionar sobre la prueba de fe que Dios ordenó a Abraham. Ese día tú, nuestro Bético querido, convertido en nuevo Isaac, sí saliste al encuentro de Dios, mientras todos los tuyos, en medio de la mayor consternación aceptábamos la prueba a la que el Señor nos sometía.
Solo pedíamos al Creador que nos diera “lo necesario” como pedía el Patriarca, y nos bendijera mucho, para superar con entereza y fe, sus designios indescifrables. Tu vida Jorge Alberto, fue un regalo de Dios a tus padres, hermanos y seres queridos. Fuiste nuestro último retoño, hecho todo de amor, solidaridad, bondad, responsabilidad, humildad, respeto, honestidad y generosidad a toda prueba. Tu vida fugaz es la mejor demostración de que la mejor vida no es la más larga, sino la más rica en buenas acciones.
Tus compañeros del último tiempo de tu vida, al pedir al Señor por la paz de tu alma, desde la grama en la que emprendiste tu viaje, así se expresaron de ti: “Se fue al encuentro contigo, se fue en silencio, con la paz y la ternura en su mirada, reflejo sereno de quien ha entrado en el camino de la vida sin fin, se fue con la confianza puesta en ti, con la alegría de quien ha cumplido una hermosa misión en la tierra. Gracias Señor, porque tenemos la certeza de que está gozando de tu infinito amor de Padre”.
Por ello, hijo del alma, eternamente estarás en el corazón y el recuerdo de tus padres, hermanos, seres queridos y amigos innumerables, con tu sonrisa buena y tu ternura sin límites, siempre en busca de la justicia social con la que soñaste desde tu adolescencia marista.
Por nuestra parte, ya sin lágrimas, tu madre y yo y todos los tuyos, seguiremos pidiendo a Dios que te tenga a su lado. Querido Bético: recibe un beso y nuestra bendición y danos tu protección desde tus nuevos predios de luz, para poder soportar tu ausencia en lo que aun pueda quedarnos de vida, antes de salir a tu encuentro y al del Señor.